Delmira Agustini

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    Información biográfica

  1. Amor
  2. Añoranza
  3. Artistas
  4. Boca a boca
  5. Capricho
  6. Ceguera
  7. Clarobscuro
  8. Crepúsculo
  9. Cuentas de fuego
  10. Cuentas de luz
  11. Cuentas de mármol
  12. Cuentas de sombra
  13. Cuentas falsas
  14. Desde lejos
  15. Diario espiritual
  16. El anillo
  17. El arroyo
  18. El intruso
  19. El nudo
  20. El surtidor de oro
  21. El vampiro
  22. Elegías dulces
  23. En el camino
  24. En un álbum
  25. En un álbum (2)
  26. Explosión
  27. Fantasmas
  28. Flor nocturna
  29. Florecimiento
  30. Fue al pasar
  31. Inextinguibles
  32. Íntima
  33. La barca milagrosa
  34. La cita
  35. La duda
  36. La fantasía
  37. La esperanza
  38. La estatua
  39. La musa
  40. La sed
  41. La violeta
  42. Las alas
  43. Lo inefable
  44. Los relicarios dulces
  45. Luz púrpura con tu retrato
  46. Mi aurora
  47. Mi musa
  48. Mis amores
  49. Monóstrofe
  50. Nocturno
  51. Ofrendando el libro
  52. Ojos-nidos
  53. Otra estirpe
  54. Poesía
  55. Por campos de ensueño
  56. Por tu musa
  57. Toque de oración
  58. Selene
  59. Serpentina
  60. Tu amor
  61. Tu boca
  62. Tu dormías
  63. Una viñeta
  64. Viene


Información biográfica
    Nombre: Delmira Agustini
    Lugar y fecha nacimiento: Montevideo, Uruguay, 24 de octubre de 1887
    Lugar y fecha defunción: Montevideo, Uruguay, 6 de julio de 1914 (27 años)
    Ocupación: Escritora, poeta
    Movimiento: Modernismo, Vanguardismo

    Fuente: [Delmira Agustini] en Wikipedia.org
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    Amor
      Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
      Hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
      Era un amor desbordado de locura y de fuego,
      Rodando por la vida como en eterno riego.

      Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
      Que dobla ante la noche su cabeza de fuego:
      Despues rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
      Sonaba sus cristales el alma de la fuente.

      Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente y triste,
      Que todas las tinieblas y todo el iris viste,
      Que frágil como un ídolo y eterno como un Dios

      Sobre la vida toda su majestad levanta:
      Y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
      En una flor de fuego deshojada por dos...
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    Añoranza
      Íbamos en la tarde que caía
      Rápidamente sobre los caminos.
      Su belleza, algo exótica, ponía
      Aspavientos en ojos campesinos.

      -Gozaremos el libro- me decía
      De tus epigramáticos y finos
      Versos. En el crepúsculo moría
      Un desfile de pájaros marinos...

      Debajo de nosotros, la espesura
      Aprisionaba en forma de herradura
      La población. Y de un charco amarillo

      Surgió la luna de color de argento,
      Y a lo lejos, con un recogimiento
      Sentimental, lloraba un caramillo...
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    Artistas
      Cuando el nimbo de la gloria resplandece en vuestras frentes,
      Veis que en pos de vuestros pasos van dos sombras que inclementes
      Sin desmayos ni fatigas os persiguen con afán;
      Son la envidia y la calumnia, dos hermanas maldecidas,
      Siempre juntas van y vienen por la fiebre consumidas,
      Impotentes y orgullosas -son dos sierpes venenosas
      Cuya mísera ponzoña sólo a ellas causa mal-.

      Alevosas y siniestras cuando tratan de atacaros;
      Temerosas de la lumbre, siempre buscan el misterio.
      Mas, burlaos de sus iras: ¡nada pueden!, y el artista
      Tiene un arma irresistible para ellas: ¡el desprecio!
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    Boca a boca
      Copa de vida donde quiero y sueño
      Beber la muerte con fruición sombría,
      Surco de fuego donde logra Ensueño
      Fuertes semillas de melancolía.

      Boca que besas a distancia y llamas
      En silencio, pastilla de locura
      Color de sed y húmeda de llamas...
      ¡Verja de abismos es tu dentadura!

      Sexo de un alma triste de gloriosa;
      El placer unges de dolor; tu beso,
      Puñal de fuego en vaina de embeleso,
      Me come en sueños como un cáncer rosa...

      Joya de sangre y luna, vaso pleno
      De rosas de silencio y de armonía,
      Nectario de su miel y su veneno,
      Vampiro vuelto mariposa al día.

      Tijera ardiente de glaciales lirios,
      Panal de besos, ánfora viviente
      Donde brindan delicias y delirios
      Fresas de aurora en vino de Poniente...

      Estuche de encendidos terciopelos
      En que su voz es fúlgida presea,
      Alas del verbo amenazando vuelos,
      Cáliz en donde el corazón flamea.

      Pico rojo del buitre del deseo
      Que hubiste sangre y alma entre mi boca,
      De tu largo y sonante picoteo
      Brotó una llaga como flor de roca.

      Inaccesible... Si otra vez mi vida
      Cruzas, dando a la tierra removida
      Siembra de oro tu verbo fecundo,
      Tú curarás la misteriosa herida:
      Lirio de muerte, cóndor de vida,
      ¡Flor de tu beso que perfuma al mundo!
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    Capricho
      Al Excelso escritor uruguayo Manuel Medina Betancort.

      Entre el raso y los encajes de la alcoba parisina
      La enfermiza japonesa, la nostálgica ambarina,
      Se revuelve en las espumas de su lecho de marfil;
      El incendio de la fiebre ha pintado en sus mejillas
      -Sus mejillas japonesas como rosas amarillas-
      Sangraciones de claveles, centelleos de rubí.

      Vibra en llamas del delirio la muñeca principesca,
      Se estremecen los marfiles de su faz miniaturesca,
      Su pupila enloquecida lanza chorros de fulgor;
      Burbujeantes las palabras efervescen locamente
      Con hervores de champaña de su boca balbuciente,
      De su boca de topacio, moribunda, sin frescor.

      Sueña ahora de su infancia: blancas, leves las visiones
      Van pasando juguetonas en alígeras legiones,
      Con sus vestes de albas gasas, con sus nimbos de claror;
      Nievan lirios, perlas, rosas, rosas blancas como espumas,
      Avecillas eucarísticas, suaves copas de albas plumas,
      Son las aves del recuerdo, van diciendo su canción.

      Cruza ahora misteriosa, inefable, aristocrática
      Una pálida figura de expresión honda, enigmática,
      Perezosos movimientos, fatigoso, lento andar;
      En sus ojos tristes, suaves, hay miradas que sollozan,
      Hay reproches hondos, dulces, que acarician, que destrozan,
      Con la blanda inconsistencia del enojo maternal.

      Extinguióse ya la fiebre, la enfermita no delira,
      Centellea en sus pupilas el sol rojo de la ira
      Y sus brazos se retuercen como sierpes de marfil;
      Brota un nombre de sus labios entre espuma y maldiciones,
      Su nacáreo cuerpecito se revuelca en convulsiones,
      Tremular de lirio enfermo, sacudidas de jazmín.

      Es que vibra en su cerebro con malditas resonancias
      El recuerdo del lord rubio de imperiales arrogancias,
      El altivo millonario de los ojos de zafir,
      El que en redes misteriosas de promesas quebradizas,
      Apresó el pájaro blanco de su almita asustadiza
      Arrancándola a sus padres, sus ensueños, su país.

      Y en la cárcel principesca de la alcoba parisina
      La olvidada japonesa, la nostálgica ambarina
      Desfallece sofocada por agónico estertor,
      ¡Oh, mimosa susceptible, por un soplo deslucida!
      ¡Devolviérale la gracia, devolviérale la vida
      Una gota de cariño, un efluvio de su sol!

      En sus ojos, hondos cauces, hay un algo extraño, helado,
      Reflectores de la muerte, esta en ellos se ha mirado
      Y es su imagen la que flota en su fondo de carey,
      Pero... súbito se animan, arde en ellos la alegría,
      Alegría de muriente con vislumbres de sombría,
      La enfermita vibra toda su figura de poupée;

      Sus deditos finos, pálidos, como niños macilentos,
      Han tomado, y ahora oprimen con nerviosos movimientos
      Un marchito crisantemo, ¡blanco hermano del Japón!
      Él también sufre nostalgias, hondas, diáfanas, impías
      Abejillas de oro y ópalo que se clavan lentas, frías,
      En el glóbulo de aromas de su raro corazón.

      La enfermita las comprende, las nostalgias amarillas
      Del pequeño moribundo, y le acerca a sus mejillas
      Y a sus labios en arranques de cariño fraternal,
      Es su hermano, sí, es su hermano ese copo de albo lino,
      Como ella agonizante, como ella nacarino,
      Como ella desmayando en lujosa soledad.

      Duerme, duerme la enfermita entre cirios de oro escuálidos
      Hay un muerto crisantemo en sus dedos finos, pálidos,
      Su cajita funeraria es estuche de blancor.

      En lo alto: al regio alcázar del Eterno, del Clemente,
      Entre angélicos festejos, leve, diáfana, sonriente,
      ¡Llega el alma de una niña, trae el alma de una flor!
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    Ceguera
      Me abismo en una rara ceguera luminosa,
      Un astro, casi un alma, me ha velado la Vida.
      ¿Se ha prendido en mí como brillante mariposa,
      O en su disco de luz he quedado prendida?

      No sé...
      Rara ceguera que me borras el mundo,
      Estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo.
      ¡Dame tu luz y vélame eternamente el mundo!
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    Clarobscuro
      Cuando sonriente, la aurora
      Sus áureos cabellos suelta
      Y en el pálido horizonte
      Su faz sonrosada muestra,
      Y las albas avecillas
      De sus manos marfileñas,
      Van rasgando de la noche
      El amplio manto de niebla,
      Un níveo, frágil insecto
      De sus ensueños despierta,
      Y agitando dulcemente
      Sus alas leves, etéreas,
      Sediento en busca de flores
      Su vuelo ondulante eleva.
      Flores que recién se abran
      Y en sus copas soñolientas,
      Le brinden savia, perfumes
      ¡Y una llovizna de perlas!

      Tenue, vaporoso insecto
      Cuyas alas nacareñas,
      Del lirio tienen la albura
      Y la suave transparencia,
      Tal vez de su vara al toque
      El hada Delicadeza,
      Formólo de una sonrisa
      Un silfo, un sueño, una perla.
      ¡Y la luz diole por sangre
      Una gota de su esencia!

      Existe un lúgubre insecto
      De alas pesadas y negras,
      Que espera ansioso el momento
      De silencio y de tinieblas
      En que en brazos de la noche
      Duerme enlutada la tierra,
      Y entonces alza su vuelo
      De lentitudes funéreas,
      ¡Vuelo pesante, fatídico,
      De vibraciones siniestras!

      ¡Tétrico, ominoso insecto!
      ¡Animalaña funesta!
      Al vivo fulgor del día
      Permanece inmóvil, yerta,
      La helada sombra nocturna
      Da vida a sus alas muertas.
      Es que tal vez de la noche
      Le brinda la copa inmensa,
      De la esencia del misterio
      El vivificante néctar,
      ¡Esencia que por lo oscura
      Parece su propia esencia!

      ¡Raro, sublime contraste!
      ¡Atrayente diferencia!
      Aquel, una estrella alada,
      Este, un jirón de tiniebla;
      Aquel, graciosa alegría,
      Este, fúnebre tristeza;
      Aquel tiene la celeste,
      La luminosa belleza,
      Del astro claro, radiante,
      De una sonrisa arcangélica,
      Este tiene la sombría
      Severa magnificencia,
      La atracción trágica, extraña,
      Irresistible, funesta,
      ¡Del abismo devorante!
      ¡De la sima negra, tétrica!
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    Crepúsculo
      Ya del dulce crepúsculo
      Hanse extendido los flotantes velos,
      Gime el triste zorzal en la espesura,
      Manso susurra en el follaje el viento.

      En esta hora es el campo
      Un edén de belleza incomparable,
      Todo en él es sosiego, todo es calma,
      Muere la luz y las tinieblas nacen.

      De pálidas estrellas
      A bordarse principia el firmamento,
      El ángel renegrido de la noche
      Sus alas de azabache ya está abriendo.

      Mil níveas azucenas
      Inundan de perfume el tibio ambiente,
      Y el frondoso rosal rico de savia
      Al peso de sus flores desfallece.

      Varias flores nocturnas
      Los broches de sus cálices desprenden,
      Y áureos lampos semejan las luciérnagas
      Entre las sombras que la noche extiende.

      ¿Qué atracción misteriosa
      En esta hora indefinible encuentro?
      ¿Por qué a la viva luz del mediodía
      Sus tenues resplandores yo prefiero?

      Porque el crepúsculo en sus leves gasas
      Guarda un algo sombrío, un algo tétrico,
      Y en lo triste y sombrío siempre existe
      La belleza que atrae en lo funéreo,

      En las tinieblas de la noche oscura,
      Y en lo insondable del abismo inmenso,
      ¡La belleza más grande y atrayente,
      La sublime belleza del misterio!
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    Cuentas de fuego
      Cerrar la puerta cómplice con rumor de caricia,
      Deshojar hacia el mal el lirio de una veste...
      -La seda es un pecado, el desnudo es celeste;
      Y es un cuerpo mullido un diván de delicia.-

      Abrir brazos... así todo ser es alado,
      O una cálida lira dulcemente rendida
      De canto y de silencio... más tarde, en el helado
      Más allá de un espejo como un lago inclinado,
      Ver la olímpica bestia que elabora la vida...

      Amor rojo, amor mío;
      Sangre de mundos y rubor de cielos...
      ¡Tú me lo des, Dios mío!
    Arriba

    Cuentas de luz
      Lejos como en la muerte
      Siento arder una vida vuelta siempre hacia mí,
      Fuego lento hecho de ojos insomnes, más que fuerte
      Si de su allá insondable dora todo mi aquí.
      Sobre tierras y mares su horizonte es mi ceño,
      Como un cisne sonámbulo duerme sobre mi sueño
      Y es su paso velado de distancia y reproche
      El seguimiento dulce de los perros sin dueño
      Que han roído ya el hambre, la tristeza y la noche
      Y arrastran su cadena de misterio y ensueño.

      Amor de luz, un río
      Que es el camino de cristal del Bien.
      ¡Tú me lo des, Dios mío!
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    Cuentas de mármol
      Yo, la estatua de mármol con cabeza de fuego,
      Apagando mis sienes en frío y blanco ruego...
      Engarzad en un gesto de palmera o de astro
      Vuestro cuerpo, esa hipnótica alhaja de alabastro
      Tallada a besos puros y bruñida en la edad;
      Sereno, tal habiendo la luna por coraza;
      Blanco, más que si fuerais la espuma de la Raza,
      Y desde el tabernáculo de vuestra castidad,
      Nevad a mí los lises hondos de vuestra alma;
      Mi sombra besará vuestro manto de calma,
      Que creciendo, creciendo me envolverá con Vos;
      Luego será mi carne en la vuestra perdida...
      Luego será mi alma en la vuestra diluida...
      Luego será la gloria... y seremos un dios!

      Amor de blanco y frío,
      Amor de estatuas, lirios, astros, dioses...
      ¡Tú me los des, Dios mío!
    Arriba

    Cuentas de sombra
      Los lechos negros logran la más fuerte
      Rosa de amor; arraigan en la muerte.
      Grandes lechos tendidos de tristeza,
      Tallados a puñal y doselados
      De insomnio; las abiertas
      Cortinas dicen cabelleras muertas;
      Buenas como cabezas
      Hermanas son las hondas almohadas:
      Plintos del Sueño y del Misterio gradas.

      Si así en un lecho como flor de muerte,
      Damos llorando, como un fruto fuerte
      Maduro de pasión, en carnes y almas,
      Serán especies desoladas, bellas,
      Que besen el perfil de las estrellas
      Pisando los cabellos de las palmas.

      Gloria al amor sombrío,
      Como la Muerte pudre y ennoblece
      ¡Tú me lo des, Dios mío!
    Arriba

    Cuentas falsas
      Los cuervos negros sufren hambre de carne rosa;
      En engañosa luna mi escultura reflejo,
      Ellos rompen sus picos, martillando el espejo,
      Y al alejarme irónica, intocada y gloriosa,
      Los cuervos negros vuelan hartos de carne rosa.

      Amor de burla y frío
      Mármol que el tedio barnizó de fuego
      O lirio que el rubor vistió de rosa,
      Siempre lo dé, Dios mío...

      O rosario fecundo,
      Collar vivo que encierra
      La garganta del mundo.

      Cadena de la tierra
      Constelación caída.

      O rosario imantado de serpientes,
      Glisa hasta el fin entre mis dedos sabios,
      Que en tu sonrisa de cincuenta dientes
      Con un gran beso se prendió mi vida:
      Una rosa de labios.
    Arriba

    Desde lejos
      En el silencio siento pasar hora tras hora,
      Como un cortejo lento, acompasado y frío...
      ¡Ah! Cuando tú estás lejos, mi vida toda llora,
      Y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío.

      Yo sé que volverás, que brillará otra aurora
      En mi horizonte, grave como un ceño sombrío;
      Revivirá en mis bosques tu gran risa sonora
      Que los cruzaba alegre como el cristal de un río.

      Un día, al encontrarnos tristes en el camino,
      Yo puse entre tus manos pálidas mi destino
      ¡Y nada más grande jamás han de ofrecerte!

      Mi alma es frente a tu alma como el mar frente al cielo:
      Pasarán entre ellas, tal la sombra de un vuelo,
      ¡La Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte!
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    Diario espiritual
      Es un lago mi alma;
      Lago, vaso de cielo,
      Nido de estrellas en la noche calma,
      Copa del ave y de la flor, y suelo
      De los cisnes y el alma.

      -Un lago fue mi alma...-

      Mi alma es una fuente
      Donde canta un jardín; sonrosan rosas
      Y vuelan alas en su melodía;
      Engarza gemas armoniosamente
      En el oro del día.

      -Mi alma fue una fuente...-

      Un arroyo es mi alma;
      Larga caricia de cristal que rueda
      Sobre carne de seda,
      Camino de diamantes de la calma.

      -Fue un arroyo mi alma...-

      Mi alma es un torrente;
      Como un manto de brillo y armonía,
      Como un manto infinito desbordado
      De una torre sombría,
      ¡Todo lo envuelve voluptuosamente!

      -Mi alma fue un torrente...-

      Mi alma es todo un mar,
      No un vómito siniestro del abismo:
      Un palacio de perlas, con sirenas,
      Abierto a todas las riberas buenas,
      Y en que el amor divaga sin cesar...
      Donde ni un lirio puede naufragar.

      -Y mi alma fue mar... -

      Mi alma es un fangal;
      Llanto puso el dolor y tierra puso el mal.
      Hoy apenas recuerda que ha sido de cristal;
      No sabe de sirenas, de rosas ni armonía;
      Nunca engarza una gema en el oro del día...
      Llanto y llanto el dolor, y tierra y tierra el mal!

      -Mi alma es un fangal;

      ¿Dónde encontrar el alma que en su entraña sombría
      Prenda como una inmensa semilla de cristal?
    Arriba

    El anillo
      Raro anillo que clarea,
      Raro anillo que sombrea
      Una profunda amatista,

      Crepúsculo vespertino
      Que en tu matinal platino
      Engarzó espléndido artista.

      El porvenir es de miedo...
      ¿Será tu destino un dedo
      De tempestad o de calma?

      Para clararte y sombrearte,
      ¡Si yo pudiera glisarte
      En un dedo de mi alma!
    Arriba

    El arroyo
      ¿Te acuerdas? El arroyo fue la serpiente buena...
      Fluía triste y triste como un llanto de ciego,
      Cuando en las piedras grises donde arraiga la pena,
      Como un inmenso lirio se levantó tu ruego.

      Mi corazón, la piedra más gris y más serena,
      Despertó en la caricia de la corriente y luego
      Sintió cómo la tarde, con manos de agarena,
      Prendía sobre él una rosa de fuego.

      Y mientras la serpiente del arroyo blandía
      El veneno divino de la melancolía,
      Tocada de crepúsculo me abrumó tu cabeza,

      La coroné de un beso fatal, en la corriente
      Vi pasar un cadáver de fuego... Y locamente
      Me derrumbó en tu abrazo profundo la tristeza.
    Arriba

    El intruso
      Amor, la noche estaba trágica y sollozante
      Cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
      Luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
      Tu sombra fue una mancha de luz y de blancura.

      Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
      Bebieron en mi copa tus labios de frescura,
      Y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
      Me encantó tu descaro y adoré tu locura.

      Y hoy río si tu ríes, y canto si tú cantas;
      Y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas.
      Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

      Y tiemblo si tu mano toca la cerradura,
      ¡Y bendigo la noche sollozante y oscura
      Que floreció en mi vida tu boca tempranera!
    Arriba

    El nudo
      Su idilio fue una larga sonrisa a cuatro labios.
      En el regazo cálido de rubia primavera.
      Amáronse talmente que entre sus dedos sabios
      Palpitó la divina forma de la Quimera.

      En los palacios fúlgidos de las tardes en calma
      Hablábanse un lenguaje sentido como un lloro,
      ¡Y se besaban hondo hasta morderse el alma!
      Las horas deshojáronse como flores de oro.

      Y el Destino interpuso sus dos manos heladas...
      ¡Ah!, los cuerpos cedieron, mas las almas trenzadas
      Son el más intrincado nudo que nunca fue.

      En lucha con sus locos enredos sobrehumanos
      Las Furias de la vida se rompieron las manos
      Y fatigó sus dedos supremos Ananké...
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    El surtidor de oro
      Vibre, mi musa, el surtidor de oro,
      La taza rosa de tu boca en besos;
      De las espumas armoniosas surja
      Vivo, supremo, misterioso, eterno,
      El amante ideal, el esculpido
      En prodigios de almas y de cuerpos;
      Debe ser vivo a fuerza de soñado,
      Que sangre y alma se me va en los sueños;
      Ha de nacer a deslumbrar la Vida,
      ¡Y ha de ser ser un dios nuevo!
      Las culebras azules en sus venas
      Se nutren del milagro en mi cerebro...
      Selle, mi musa, el surtidor de oro,
      La taza rosa de tu boca en besos;
      El amante ideal, el esculpido
      En prodigios de almas y de cuerpos,
      Arraigando las uñas extrahumanas
      En mi carne, solloza en mis ensueños:
      -Yo no quiero más vida que tu vida,
      Son en ti los supremos elementos;
      ¡Déjame bajo el cielo de tu alma,
      En la cálida tierra de tu cuerpo!
      -¡Selle, mi musa, el surtidor de oro,
      La taza rosa de tu boca en besos!
    Arriba

    El vampiro
      En el regazo de la tarde triste
      Yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
      ¡Sentirte el corazón! Palideciste
      Hasta la voz, tus párpados de cera.

      Bajaron... y callaste... Pareciste
      Oír pasar la muerte... Yo que abriera
      Tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?-
      ¡Como en el oro de un panal mordiera!

      Y exprimí más, traidora, dulcemente
      Tu corazón herido mortalmente;
      Por la cruel daga rara y exquisita
      De un mal sin nombre, ¡hasta sangrarlo en llanto!
      Y las mil bocas de mi sed maldita
      Tendí a esa fuente abierta en tu quebranto.

      ¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
      ¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
      Que come llagas y que bebe el llanto?
    Arriba

    Elegías dulces
      Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte,
      Muda como una lágrima he mirado hacia atrás.
      Y tu voz, de mí lejos, con un olor de muerte,
      Vino a aullarme al oído un triste "¡Nunca más!"

      Tan triste, que he llorado hasta quedar inerte...
      ¡Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás!
      No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte...
      ¡Almas, hermanas mías, nunca miréis atrás!

      Los pasados se cierran como los ataúdes;
      Al otoño las hojas en dorados aludes
      Ruedan... y arde en los troncos la nueva floración...

      Las noches son caminos negros de las auroras...
      Oyendo deshojarse tristemente las horas
      Dulces, hablemos de otras flores al corazón.
    Arriba

    En el camino
      Yo iba sola al Misterio bajo un sol de locura,
      Y tú me derramaste tu sombra, peregrino;
      Tu mirada fue buena como una senda oscura,
      Como una senda húmeda que vendara el camino.

      Me fue pródiga y fértil tu alforja de ternura:
      Tuve el candor del pan, y la llama del vino;
      Mas tu alma en un pliegue de su astral vestidura,
      Abrojo de oro y sombra, se llevó mi destino.

      Mis manos, que tus manos abrigaron, ya nunca
      Se enfriarán, y guardando la dulce malla trunca
      De tus caricias, ¡nunca podrán acariciar!...

      En mi cuerpo, una torre de recuerdo y espera
      Que se siente de mármol y se sueña de cera,
      Tu Sombra logra rosas de fuego en el hogar;
      Y en mi alma, un castillo desolado y sonoro
      Con pátinas de tedio y humedades de lloro,
      ¡Tu sombra logra rosas de nieve en el hogar!
    Arriba

    En un álbum
      Cuando abriendo tu boca perfumada,
      La voz dulce y perlada
      De tu bella garganta haces brotar,
      En voces de sirenas ideales,
      Y en arpas de sonidos celestiales,
      A mí me haces pensar.

      Cuando miro tu cuello alabastrino
      Y tu cuerpo divino
      Que al de Venus la diosa ha de igualar,
      Del mármol la blancura,
      Y del cisne la olímpica figura,
      Me haces recordar.

      ¡Cuántas veces ligera como un hada,
      Te he visto yo ocupada
      En las dulces tareas del hogar,
      Y entonces a mi madre,
      Y Carlota de Werther heroína,
      Me has hecho recordar!
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    En un álbum (2)
      La belleza más pura y delicada
      Se refleja en tu rostro juvenil,
      Eres ninfa risueña, eres un hada,
      Eres flor de algún célico pensil.

      Es tu espesa y sedosa cabellera
      Una inmensa cascada de hebras de oro,
      La corona de un rey jamás valiera
      Lo que vale ese aurífero tesoro.

      Dos azules zafiros son tus ojos,
      Que iluminan tu rostro angelical,
      Y tus labios delgados son tan rojos
      Que podrían llamarse de coral.

      Son tus manos dos blancas mariposas
      O dos flores talladas en marfil,
      Y tus frescas mejillas son dos rosas
      Que recién ha entreabierto el sol de abril.

      Es mi estilo muy tosco e imperfecto
      Y no puedo expresar, en su rudeza,
      Lo que vale tu rostro tan perfecto,
      Desbordante de célica belleza.
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    Explosión
      ¡Si la vida es amor, bendita sea!
      ¡Quiero más vida para amar! Hoy siento
      Que no valen mil años de la idea
      Lo que un minuto azul del sentimiento.

      Mi corazón moría triste y lento...
      Hoy abre en luz como una flor febea;
      ¡La vida brota como un mar violento
      Donde la mano del amor golpea!

      Hoy, partió hacia la noche, triste, fría,
      Rotas las alas mi melancolía;
      Como una vieja mancha del dolor

      En la sombra lejana se deslíe...
      ¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
      ¡Mi vida toda es una boca en flor!
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    Fantasmas
      Célicas legiones de hadas vaporosas
      En vaivén gracioso van y van pasando;
      Son las ilusiones tenues, sonrosadas,
      Son los sueños níveos, impalpables, diáfanos.
      Llegan a mi oído y al pasar se inclinan.
      Himnos de esperanza quedo susurrando;

      Son las ilusiones,
      Los ensueños blancos,
      Que entre frescas rosas y espumosos lirios
      En bajel dorado,
      Suaves nos deslizan
      A través del mundo, ¡piélago encrespado!
      Arrojando flores
      Sobre los escollos que encuentran al paso.

      Son las ilusiones
      Los ensueños blancos,
      Son los compañeros,
      Los amigos dulces de los pocos años.

      Son las ilusiones
      Los ensueños blancos.

      Los celestes bandos de hadas vaporosas
      En vaivén gracioso van y van pasando,
      Himnos de esperanza
      Quedo susurrando,
      Son las ilusiones,
      Los ensueños blancos.

      Pero, ¡cosa extraña! Mis risueñas hadas
      Las pupilas ígneas abren con espanto.
      Aterrados huyen
      Los alegres bandos...
      Siento frío... tiemblo... Junto a mí se yergue
      Un fantasma raro,
      De pupilas negras, insondables, duras,
      De ambarino cutis y terrosos labios.
      Cúbrelo un espeso,
      Renegrido manto.
      Todo en él es frío, ¡hasta de sus ojos
      El fulgor extraño!
      Fuego incomprensible, que cegando hiela;
      Fuego inexplicable, que deslumbra enfriando;
      Viene a mí, se inclina; sus pupilas negras
      Sobre mí ha fijado,
      Mi aterido cuerpo
      Tiembla y se contrae en terrible espasmo.
      El fantasma oprime mi marmórea frente
      Con su dedo helado;
      Y fijando ahora su mirada dura
      En mis níveos sueños que ya están lejanos,
      Con desprecio y odio
      Agitado mueve los terrosos labios.
      Luego a mí se vuelve
      Y hacia sí me trae en estrecho abrazo;
      A mi oído acerca su nerviosa boca,
      Con acento intenso, convincente, trágico,
      -¡Mienten! -dice- ¡Mienten!- Luego me abandona
      Y se va, dejando
      En mi frente, impresa,
      La invisible huella de su dedo helado.

      ¡Pobres ilusiones!
      ¡Pobres sueños blancos!

      Ha pasado el tiempo
      Sobre mí; los años
      Con profundas huellas
      Marcaron su paso,
      Y jamás han vuelto
      Ni las ilusiones, ni los sueños blancos.
      ¡Pobres ilusiones!
      ¡Pobres sueños blancos!
      Es que aquel fantasma demacrado y frío
      Era el Desengaño;
      ¡Y al tocar mi frente dejó en ella impresa
      La indeleble huella de su dedo helado!

      ¡Pobres ilusiones!
      ¡Pobres sueños blancos!
    Arriba

    Flor nocturna
      Cuando la noche tendiendo
      Su manto de gasa negra
      La silenciosa campiña
      Envuelve en sombras funéreas,
      Cuando allá en el firmamento
      Las argentinas estrellas
      Semejan ígneas pupilas
      Que inmóviles nos contemplan,
      Cuando las aves nocturnas
      Exhalan lúgubres quejas
      Que vibran en el silencio
      Monótonas y siniestras,
      Cuando el genio de las sombras
      De su letargo despierta,
      E invisible en torno nuestro
      Se agita y revolotea,
      Entonces, entre el follaje
      Tímidamente encubierta,
      Pálida flor, entreabres,
      Tu corola marfileña,
      Tu corola que del día
      Al primer albor se cierra,
      Para reabrirse al helado
      Contacto de la tiniebla,
      ¡Hastiada siempre de lumbre!
      ¡Siempre de sombras sedienta!

      ¡Extraño destino el tuyo!
      El día te encuentra muerta,
      Tu triste vida concluye
      Cuando la nuestra comienza.
      Mas cuando tu cáliz abres
      Nuestras pupilas se cierran...
      Y entonces tal vez tu vida
      Más dulce y pálida sea,
      Allá perdida en las sombras
      Entre el follaje encubierta,
      ¡Lejos de envidias y odios!
      ¡Lejos de traiciones negras!

      Sigue tu vida, abre siempre
      Cuando la noche comienza,
      Y al primer albor del día
      Tu cáliz de nácar, cierra,
      Para reabrirlo al helado
      Contacto de la tiniebla,
      ¡Hastiada siempre de lumbre!
      ¡Siempre de sombras sedienta!
    Arriba

    Florecimiento
      La noche entró en la sala adormecida
      Arrastrando el silencio a pasos lentos...
      Los sueños son tan quedos, que una herida
      Sangrar se oiría. Rueda en los momentos

      Una palabra insólita, caída
      Como una hoja de otoño... Pensamientos
      Suaves tocan mi frente dolorida
      Tal manos frescas, ¡ah!... ¿por qué tormentos

      Misteriosos los rostros palidecen
      Dulcemente?... Tus ojos me parecen
      Dos semillas de luz entre las sombras,

      Y hay en mi alma un gran florecimiento
      Si en mí los fijas; si los bajas, siento
      Como si fuera a florecer la alfombra.
    Arriba

    Inextinguibles
      ¡Oh tú, que duermes tan hondo que no despiertas!
      Milagrosas de vivas, milagrosas de muertas,
      Y por muertas y vivas eternamente abiertas,
      Alguna noche en duelo yo encuentro tus pupilas
      Bajo un trapo de sombra o una blonda de luna.
      Bebo en ellas la Calma como en una laguna.
      Por hondas, por calladas, por buenas, por tranquilas
      Un lecho o una tumba parece cada una.
    Arriba

    Íntima
      Yo te diré los sueños de mi vida
      En lo más hondo de la noche azul...
      Mi alma desnuda temblará en tus manos,
      Sobre tus hombros pesará mi cruz.

      Las cumbres de la vida son tan solas,
      ¡Tan solas y tan frías! Yo encerré
      Mis ansias en mí misma, y toda entera
      Como una torre de marfil me alcé.

      Hoy abriré a tu alma el gran misterio;
      Ella es capaz de penetrar en mí.
      En el silencio hay vértigos de abismos:
      Yo vacilaba, me sostengo en ti.

      Muero de ensueños; beberé en tus fuentes
      Puras y frescas la verdad; yo sé
      Que está en el fondo magno de tu pecho
      El manantial que vencerá mi sed.

      Y sé que en nuestras vidas se produjo
      El milagro inefable del reflejo...
      En el silencio de la noche mi alma
      Llega a la tuya como un gran espejo.

      ¡Imagina el amor que habré soñado
      En la tumba glacial de mi silencio!
      Más grande que la vida, más que el sueño,
      Bajo el azur sin fin se sintió preso.

      Imagina mi amor, mi amor que quiere
      Vida imposible, vida sobrehumana,
      Tú sabes que sí pesan, si consumen
      Alma y sueños de olimpo en carne humana.

      Y cuando frente al alma que sentía
      Poco el azur para bañar sus alas
      Como un gran horizonte aurisolado
      O una playa de luz, se abrió tu alma:

      ¡Imagina! ¡Estrechar, vivo, radiante
      El imposible! ¡La ilusión vivida!
      Bendije a Dios, al sol, la flor, el aire
      ¡La vida toda porque tú eras vida!

      Si con angustia yo compré esta dicha,
      ¡Bendito el llanto que manchó mis ojos!
      ¡Todas las llagas del pasado ríen
      Al sol naciente por sus labios rojos!

      ¡Ah! Tú sabrás mi amor; mas vamos lejos,
      A través de la noche florecida;
      Acá lo humano asusta, acá se oye,
      Se ve, se siente sin cesar la vida.

      Vamos más lejos en la noche, vamos
      Donde ni un eco repercuta en mí,
      Como una flor nocturna allá en la sombra
      Me abriré dulcemente para ti.
    Arriba

    Fue al pasar
      Yo creí que tus ojos anegaban el mundo,
      Abiertos como bocas en clamor... Tan dolientes
      Que un corazón partido en dos trozos ardientes
      Parecieron... Fluían de tu rostro profundo

      Como dos manantiales graves y venenosos...
      Fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!... tan hondas
      Que no sé desde dónde me miraban, redondas
      Y oscuras como mundos lontanos y medrosos.

      ¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías
      Abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías
      De tus ojeras donde reconocí mis rastros!...

      ¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo,
      Y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo
      La medianoche húmeda de tu mirar sin astros!
    Arriba

    La barca milagrosa
      Preparadme una barca como un gran pensamiento...
      La llamarán "La Sombra" unos; otros, "La Estrella".
      No ha de estar al capricho de una mano o de un viento;
      Yo la quiero consciente, indomable y bella.

      La moverá en gran ritmo de tu corazón sangriento
      De vida sobrehumana; he de sentirme en ella
      Fuerte como en los brazos de Dios. ¡En todo viento,
      En todo mar templadme su ropa de centella!

      La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
      Iré como la rota corola de un nelumbo
      Por sobre el horizonte líquido de la mar...

      Barca, alma hermana, ¿hacia qué tierras nunca vistas,
      De hondas revelaciones, de cosas imprevistas
      Iremos? Yo ya muero de vivir y soñar...
    Arriba

    La cita
      En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche
      De flores y de luces de espíritu; mi alma
      Calzada de silencio y vestida de calma,
      Irá a ti por la senda más negra esta noche.

      Apaga las bujías para ver cosas bellas;
      Cierra todas las puertas para entrar la ilusión;
      Arranca del misterio un manojo de estrellas
      Y enflora como un vaso triunfal tu corazón.

      ¡Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando!...
      Cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando
      Que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho...

      Para él, amor divino, ten un diván de calma
      ¡O con el lirio místico que es su arma, mi alma
      Apagará una a una las rosas de tu lecho!
    Arriba

    La duda
      Vino: dos alas sombrías
      Vibraron sobre mi frente,
      Sentí una mano inclemente
      Oprimir las sienes mías.

      Sentí dos abejas frías
      Clavarse en mi boca ardiente;
      Sentí el mirar persistente
      De dos órbitas vacías.

      Llegó esa mirada ansiosa
      A mi corazón deshecho,
      Huyó de mí presurosa
      Para no volver, la calma,
      Y allá en el fondo del pecho
      ¡Sentí morirse mi alma!
    Arriba

    La fantasía
      La fantasía, misteriosa hada
      A cuyo paso vaporoso, queda,
      De perlas astros irisada nácar
      Y níveas flores, delicada estela.

      Es el astro celeste que nos guía
      A la dulce región de la quimera
      Por un albo camino que el ensueño
      Formó con lirios, azahar y perlas.

      Un camino ignorado para el vulgo
      Y que sólo conocen los poetas,
      Soñar es necesario para verlo
      ¡Y las almas vulgares nunca sueñan!

      Es la maga ideal que nos envuelve
      De la ilusión en el rosado velo.
      ¡La copa de marfil en que apuramos
      El néctar delicioso del ensueño!

      Es la llave de oro con que abrimos
      La mansión ideal de la poesía,
      ¡Y en la mente agitada del artista
      Es un rayo de luz la fantasía!
    Arriba

    La estatua
      Miradla así, sobre el follaje oscuro
      Recortar la silueta soberana...
      ¿No parece el retoño prematuro
      De una gran raza que será mañana?

      ¡Así una raza inconmovible, sana,
      Tallada a golpes sobre mármol duro,
      De las vastas campañas del futuro
      Desalojará a la familia humana.

      ¡Miradla así -¡de hinojos!- en augusta
      Calma imponer la desnudez que asusta!
      ¡Dios!... ¡Moved ese cuerpo, dadle un alma!

      Ved la grandeza que en su forma duerme...
      ¡Vedlo allá arriba, miserable, inerme,
      Más pobre que un gusano, siempre en calma!
    Arriba

    La esperanza
      Soy el dulce consuelo del que sufre,
      Soy bálsamo que alienta al afligido,
      Y soy quien muchas veces salva al hombre
      Del crimen o el suicidio.

      Yo le sirvo al mortal que me alimenta
      Contra el dolor de sin igual muralla,
      Soy quien seca su llanto dolorido
      Y calma su pesar. ¡Soy la Esperanza!
    Arriba

    La musa
      Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
      Con dos ojos de abismos que se vuelven fanales;
      En su boca, una fruta perfumada y bermeja
      Que destile más miel que los rubios panales.

      A veces nos asalte un aguijón de abeja;
      Una raptos feroces a gestos imperiales
      Y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
      ¡En sus manos asombren caricias y pañales!

      Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
      Y sea águila libre, tigre, paloma en un instante.

      Que el universo quepa en sus ansias divinas;
      ¡Tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
      Y una frente que erguida su corona reclame
      De rosas, de diamantes, de estrellas o de espina!
    Arriba

    La sed
      -Tengo sed, sed ardiente- dije a la maga, y ella
      Me ofreció de sus néctares. -Eso no: ¡me empalaga!-
      Luego una rara fruta, con sus dedos de maga
      Exprimió en una copa, clara como una estrella;

      Y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
      Yo probé. -¡Es dulce, dulce! Hay días que me halaga
      Tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga-.
      Vi pasar por los ojos del hada una centella.

      Y por un verde valle perfumado y brillante,
      Llevóme hasta una clara corriente de diamantes.
      -¡Bebe!- dijo. Yo ardía; mi pecho era un fragua.

      Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina...
      ¡Oh frescura!, ¡oh pureza!, ¡oh sensación divina!
      -Gracias, maga; y bendita la limpieza del agua.
    Arriba

    Las alas
      Yo tenía ¡dos alas!...
      Dos alas,
      Que del azur vivían como dos siderales
      ¡Raíces!
      Dos alas,
      Con todos los milagros de la vida, la Muerte
      Y la ilusión. Dos alas
      Fulmíneas
      Como el velamen de una estrella en fuga;
      Dos alas
      Como dos firmamentos
      Como tormentas, con calmas y con astros...

      ¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?...
      El áureo campaneo
      Del ritmo; el inefable
      Matiz atesorando
      El Iris todo, mas un Iris nuevo
      Ofuscante y divino.
      Que adorarán las plenas pupilas del futuro
      (¡Las pupilas maduras a toda luz!) El vuelo...

      El vuelo ardiente, adorante y único,
      Que tanto tiempo atormentó los cielos,
      Despertó soles, bólidos, tormentas,
      Abrillantó los rayos y los astros;
      Y la amplitud: tenían
      Calor y sombra para todo el mundo,
      Y hasta incubar más allá pudieron.

      Un día, raramente
      Desmayados a la tierra,
      Yo me adormí en las felpas profundas de este bosque...
      ¡Soñe divinas cosas!...
      Una sonrisa tuya me despertó, paréceme...
      ¡Y no siento mis alas!
      ¿Mis alas?

      -Yo las vi deshacerse entre mis brazos...
      ¡Era como un deshielo!
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    La violeta
      Hay belleza en el lirio inmaculado
      De majestad emblema,
      Hay belleza en el cáliz nacarino
      De la blanca azucena,
      Hay belleza en la rosa purpurina
      Y en el albo reseda,
      Hay belleza en la nítida corola
      De la nívea camelia,
      Hay belleza en el pálido junquillo
      Y en la suave diamela,
      Hay belleza en el triste pensamiento
      Y no hay flor en la cual no haya belleza,
      Pero hay una que es flor entre las flores
      Con ser la más modesta,
      Una flor de fragancia incomparable,
      Delicada y pequeña,
      Una flor que en un lecho de esmeraldas
      Oculta su belleza,
      Una flor que un encanto misterioso
      En su cáliz encierra,
      Un encanto ideal, indefinible,
      Que no hay flor que contenga,
      Una flor para mí como ninguna,
      Una flor que se llama ¡la violeta!
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    Lo inefable
      Yo muero extrañamente... No me mata la vida
      No me mata la muerte, no me mata el amor;
      Muero de un pensamiento mudo como una herida...
      ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor?

      De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida
      Devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
      ¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
      Que os abrazaba enteros y no daba un fulgor?...

      ¡Cumbre de los martirios! ¡Llevar eterrnamente
      Desgarradora y árida la trágica simiente
      Clavada en las entrañas como un diente feroz!

      Pero arrancarla un día en una flor que abriera
      Milagrosa, inviolable...¡Ah, más grande no fuera
      Tener entre las manos la cabeza de Dios!
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    Los relicarios dulces
      Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía.
      Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería
      El abanico de oro de su risa se abría,
      O su llanto sangraba una corriente más;

      Alma que yo ondulaba, tal una cabellera
      Derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera,
      Murió de una tristeza mía... Tan dúctil era,
      Tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás.
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    Luz púrpura con tu retrato
      Yo no sé si mis ojos o mis manos
      Encendieron la vida en tu retrato;
      Nubes humanas, rayos sobrehumanos,
      Todo tu Yo de emperador innato.

      ¡Amanece a mis ojos, en mis manos!
      Por eso, toda en llamas, yo desato
      Cabellos y alma para tu retrato,
      Y me abro en flor. Entonces, soberanos

      De la sombra y la luz, tus ojos graves
      Dicen grandezas que yo sé y tú sabes.
      Y te dejo morir. Queda en mis manos

      Una gran mancha lívida y sombría.
      Y renaces en mi melancolía
      Formado de astros fríos y lejanos.
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    Mi aurora
      Como un gran sol naciente iluminó mi vida
      Y mi alma abrió a beberlo como una flor de aurora;
      ¡Amor! ¡Amor! Bendita la noche salvadora
      En que llamó a mi puerta tu manita florida.

      Mi alma vibró en la sombra como arpa sorprendida,
      Las aguas del silencio ya abiertas, en la aurora
      Cantó su voz potente misteriosa y sonora.
      ¡Mi alma lóbrega era una estrella dormida!

      Hoy toda la esperanza que yo llorara muerta
      Surge a la vida alada del ave que despierta
      Ebria de una alegría fuerte como el dolor;

      Y todo luce y vibra, todo despierta y canta,
      Como si el palio rosa de su luz viva y santa
      Abriera sobre el mundo la aurora de mi amor.
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    Mi musa
      Mi musa tomó un día la placentera ruta
      De los campos fragantes; ornada de alboholes,
      Perfumando sus labios en la miel de la fruta
      Y dorando su cuerpo al fuego de los soles.

      Vivió como una ninfa: desnuda, en fresca gruta,
      Engalanando espejos de lagos tornasoles.
      La gran garza rosada de su forma impoluta.
      Volvió a mí como el oro de luz de los crisoles.

      Más pura; los cabellos emperlados de gotas
      Lucientes y prendidos de abrojos; trajo notas
      De pájaro silvestre y en los labios más fuego.

      Yo peinela y vestila sus parisinas galas,
      Y ella hoy grave pasea por mis lujosas salas
      Un gran aire salvaje y un perfume de espliego.
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    Mis amores
      Hoy han vuelto.
      Por todos los senderos de la noche han venido
      A llorar en mi lecho.
      ¡Fueron tantos, son tantos!
      Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto.
      Me lloraré yo misma para llorarlos todos.
      La noche bebe el llanto como un pañuelo negro.
      Hay cabezas doradas a sol, como maduras...
      Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio,
      Cabezas coronadas de una espina invisible,
      Cabezas que sonrosa la rosa del ensueño,
      Cabezas que se doblan a cojines de abismo,
      Cabezas que quisieran descansar en el cielo,
      Algunas que no alcanzan a oler a primavera,
      Y muchas que trascienden a las flores de invierno.
      Todas esas cabezas me duelen como llagas...
      Me duelen como muertos...
      ¡Ah!... y los ojos... los ojos me duelen más: ¡son dobles!
      Indefinidos, verdes, grises, azules, negros,
      Abrasan si fulguran,
      Son caricias, dolor, constelación, infierno.
      Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas,
      Se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo.
      Ellos me dieron sed de todas esas bocas...
      De todas estas bocas que florecen mi lecho:
      Vasos rojos o pálidos de miel o de amargura
      Con lises de armonía o rosas de silencio,
      De todos estos vasos donde bebí la vida,
      De todos estos vasos donde la muerte bebo...
      El jardín de sus bocas venenoso, embriagante,
      En donde respiraba sus almas y sus cuerpos,
      Humedecido en lágrimas
      Ha rodeado mi lecho...
      Y las manos, las manos colmadas de destinos
      Secretos y alhajadas de anillos de misterio...
      Hay manos que nacieron con guantes de caricia;
      Manos que están colmadas de la flor del deseo,
      Manos en que se siente un puñal nunca visto,
      Manos en que se ve un intangible cetro;
      Pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes,
      En todas, todas ellas, puede engarzar un sueño.
      Con tristeza de alma,
      Se doblegan los cuerpos
      Sin velos, santamente
      Vestidos de deseo.
      Imanes de mis brazos, panales de mi entraña
      Como a invisible abismo se inclinan a mi lecho...
      ¡Ah, entre todas las manos yo he buscado tus manos!
      Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos,
      De todas las cabezas yo quiero tu cabeza,
      De todos esos ojos, ¡tus ojos solos quiero!
      Tú eres el más triste, por ser el más querido,
      Tú has llegado el primero por venir de más lejos...
      ¡Ah, la cabeza oscura que no he tocado nunca
      Y las pupilas claras que miré tanto tiempo!
      Las ojeras que ahondamos la tarde y yo inconscientes,
      La palidez extraña que doblé sin saberlo,
      Ven a mí: mente a mente,
      Ven a mí: ¡cuerpo a cuerpo!
      Tú me dirás qué has hecho de mi primer suspiro,
      Tú me dirás qué has hecho del sueño de aquel beso...
      Me dirás si lloraste cuando te dejé solo...
      ¡Y me dirás si has muerto...!
      Si has muerto,
      Mi pena enlutará la alcoba lentamente,
      Y estrecharé tu sombra hasta apagar mi cuerpo,
      Y en el silencio ahondado de tiniebla,
      Y en la tiniebla ahondada de silencio,
      Nos velará llorando, llorando hasta morirse
      Nuestro hijo: el recuerdo.
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    Monóstrofe
      Hay un tétrico fantasma que en el cáliz de mi vida
      Va vertiendo amargas gotas de una esencia maldecida
      Que me enerva y envenena, que consume mi razón;
      Y si un grito suplicante, si una tímida protesta
      Brotan hondos, desgarrantes de mi alma dolorida,
      El maléfico fantasma impasible me contesta
      Con sarcástica sonrisa que me hiela el corazón.
    Arriba

    Viene
      Blandos preludios,
      Nievan orquídeas opalinas, pálidas;
      Lánguidos lirios soñolientos riman

      Estrofas perfumadas.
      Hay roces blancos, leves,
      Hay notas leves, blancas...

      Viene... es ella, es mi musa,
      La suave niña de los ojos de ámbar;
      Es mi musa enfermiza: la ojerosa,
      La más honda y precoz, ¡la musa extraña!

      Es pálida, muy pálida, en sus ojos
      Bate el Enigma sus pesadas alas;
      En las cadencias de su blanda marcha
      Los misterios desmayan...
      Es la musa enfermiza, la ojerosa,
      La más honda y precoz, ¡la musa extraña!

      Viene... no trae lira
      La suave niña de los ojos de ámbar...
      Ella canta sin lira,
      ¡Mi dulce musa extraña!
      Sus lánguidos arpegios,
      Sus vibraciones de pasión, arranca,
      Con angustias que crispan,
      ¡A las fibras sensibles de su alma!

      ¡Ven, canta, canta!
      ¡Oh, mi musa enfermiza!
      ¡Oh, mi musa precoz, mi musa extraña!
    Arriba

    Nocturno
      Engarzado en la noche el lago de tu alma,
      Diríase una tela de cristal y de calma
      Tramada por las grandes arañas del desvelo.

      Nata de agua lustral en vaso de alabastros;
      Espejo de pureza que abrillantas los astros
      Y reflejas la cima de la Vida en un cielo...
      Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros,
      Voy manchando los lagos y remontando el vuelo.
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    Ofrendando el libro
      A Eros.

      Porque haces tu can de la leona
      Más fuerte de la Vida, y la aprisiona
      La cadena de rosas de tu brazo.

      Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo
      Esencial de los troncos discordantes
      Del placer y el dolor, plantas gigantes.

      Porque emerge en tu mano bella y fuerte,
      Como en broche de míticos diamantes
      El más embriagador lis de la Muerte.

      Porque sobre el espacio te diviso,
      Puente de luz, perfume y melodía,
      Comunicando infierno y paraíso
      -Con alma fúlgida y carne sombría...
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    Ojos-nidos
      Para mi madre.
       
      Entre el espeso follaje
      De una selva de pestañas
      Hay dos nidos luminosos
      Como dos flores fantásticas.
      ¡Nidos de negros fulgores!
      ¡De oscuras vibrantes llamas!

      Y allá: dentro de esa selva
      De follaje negro, espléndido,
      En el fondo de esos nidos
      Como flores de destellos,
      ¡Agita sus ígneas alas
      El ave del Pensamiento!
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    Otra estirpe
      Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego...
      Pido a tus manos todopoderosas
      ¡Su cuerpo excelso derramado en fuego
      Sobre mi cuerpo desmayado en rosas!

      La eléctrica corola que hoy despliego
      Brinda el nectario de un jardín de Esposas;
      Para sus buitres en mi carne entrego
      Todo un enjambre de palomas rosas.

      Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
      Mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
      Viérteme de sus venas, de su boca...

      ¡Así tendida, soy un surco ardiente
      Donde puede nutrirse la simiente
      De otra estirpe sublimemente loca!
    Arriba

    Poesía
      ¡Poesía inmortal, cantarte anhelo!
      ¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano!
      ¿Acaso puede al esplendente cielo
      Subir altivo el infeliz gusano?

      Tú eres la sirena misteriosa
      Que atrae con su voz al navegante,
      ¡Eres la estrella blanca y luminosa!
      ¡El torrente espumoso y palpitante!

      Eres la brisa perfumada y suave
      Que juguetea en el vergel florido,
      ¡Eres la inquieta y trinadora ave
      Que en el verde naranjo cuelga el nido!

      Eres la onda de imperial grandeza
      Que altiva rueda vomitando espuma,
      ¡Eres el cisne de sin par belleza
      Que surca el lodo sin manchar su pluma!

      Eres la flor que al despuntar la aurora
      Entreabre el cáliz de perfume lleno,
      ¡Una perla blanquísima que mora
      Del mar del alma en el profundo seno!

      ¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo
      Alzar mi voz para ensalzar tus galas?
      ¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo!
      ¡Que pretende volar sin tener alas!
    Arriba

    Por campos de ensueño
      Pasó humeante el tropel de los potros salvajes,
      Feroces los hocicos, hirsutos de pelajes,
      Las crines extendidas, bravías, tal bordones,
      Pasaron como pasan pamperos y aquilones.

      Y luego fueron águilas de espléndidos plumajes
      Trayendo de sus cumbres magníficas visiones,
      Con el sereno vuelo de las inspiraciones
      Augustas, con soberbias de olímpicos linajes.

      Cruzaron hacia Oriente la limpidez del cielo,
      Tras ellas como cándida hostia que alzara el vuelo,
      Una paloma blanca como la nieve asoma.

      Yo olvido el ave egregia y el bruto que foguea
      Pensando que en los cielos solemnes de la Idea
      A veces es muy bella, muy bella una paloma.
    Arriba

    Por tu musa
      Cuando derrama en los hombros puros
      De tu musa la túnica de nieve,
      Yo concentro mis pétalos oscuros
      Y soy el lirio de alabastro leve.

      Para tu musa en rosa, me abro en rosa;
      Mi corazón es miel, perfume y fuego,
      Y vivo y muero de una sed gloriosa:
      Tu sangre viva debe ser mi riego.

      Cuando velada con un tul de luna
      Bebe calma y azur en la laguna,
      Yo soy el cisne que soñando vuela;

      Y si en luto magnífico la vistes
      Para vagar por los senderos tristes,
      Soy la luz o la sombra de una estela.
    Arriba

    Selene
      Medallón de la noche con la imagen del día
      Y herido por la perla de la melancolía;
      Hogar de los espíritus, corazón del azul,
      La tristeza de novia en su torre de tul;
      Máscara del misterio o de la soledad,
      Clavada como un hongo sobre la inmensidad,
      Primer sueño del mundo, florecido en el cielo,
      O la primer blasfemia suspendida en su vuelo...
      Gran lirio astralizado, copa de luz y niebla,
      Caricia o quemadura del sol en la tiniebla;
      Bruja eléctrica y pálida que orienta en los caminos,
      Extravía en las almas, hipnotiza destinos...
      Desposada del mundo en magnética ronda;
      Sonámbula celeste paso a paso de blonda;
      Patria blanca o siniestra de lirios o de cirios,
      Oblea de pureza, pastilla de delirios;
      Talismán del abismo, melancólico y fuerte,
      Imantado de vida, imantado de muerte...
      A veces me pareces una tumba sin dueño...
      Y a veces... una cuna ¡toda blanca!, tendida de esperanza y de ensueño...
    Arriba

    Toque de oración
      Un pedazo de luna que no brilla
      Sino con timidez. Canta un marino,
      Y su triste canción, tosca y sencilla,
      Tartamudea con sabor de vino...

      El mar, que el bíceps de la playa humilla,
      Tiene sinuosidades de felino,
      Y se deja caer sobre la orilla
      Con la cadencia de un alejandrino.

      Pienso en ti, pienso que te quiero mucho
      Porque me encuentro triste, porque escucho
      La esquila del pequeño campanario

      Que se queja con un sollozo tierno,
      Mientras los sapos cantan el invierno
      Con una letra del abecedario...
    Arriba

    Serpentina
      En mis sueños de amor ¡yo soy serpiente!
      Gliso y ondulo como una corriente;
      Dos píldoras de insommnio y de hipnotismo
      Son mis ojos; la punta del encanto
      Es mi lengua...¡y atraigo como el llanto!
      Soy un pomo de abismo.

      Mi cuerpo es una cinta de delicia,
      Glisa y ondula como una caricia...

      Y en mis sueños de odio ¡soy serpiente!
      Mi lengua es una venenosa fuente;
      Mi testa es la luzbélica diadema,
      Haz de la muerte en un fatal soslayo
      Con mis pupillas; y mi cuerpo en gema
      ¡Es la vaina del rayo!

      Si así sueño mi carne, así es mi mente:
      Un cuerpo largo, largo, de serpiente,
      Vibrando eterna, ¡voluptuosamente!
    Arriba

    Tu amor
      Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
      Jardinero de oro de la vida,
      Jardinero de fuego de la muerte,
      En el carmen fecundo de mi vida.

      Pico de cuervo con olor de rosas,
      Aguijón enmelado de delicias
      Tu lengua es. Tus manos misteriosas
      Son garras enguantadas de caricias.

      Tus ojos son mis medias noches crueles,
      Panales negros de malditas mieles
      Que se desangran en mi acerbidad;

      Crisálida de un vuelo del futuro
      Es tu abrazo magnífico y oscuro
      Torre embrujada de mi soledad.
    Arriba

    Tu boca
      Yo hacía una divina labor, sobre la roca
      Creciente del Orgullo. De la vida lejana,
      Algún pétalo vívido me voló en la mañana,
      Algún beso en la noche. Tenaz como una loca,
      Seguía mi divina labor de roca.

      Cuando tu voz que funde como sacra campana
      En la nota celeste la vibración humana,
      Tendió su lazo de oro al borde de tu boca;

      ¡Maravilloso nido del vértigo, tu boca!
      Dos pétalos de rosa abrochando un abismo.

      Labor, labor de gloria, dolorosa y liviana;
      ¡Tela donde mi espíritu se fue tramando él mismo!
      Tú quedas en la testa soberbia de la roca,
      Y yo caigo, sin fin, en el sangriento abismo!
    Arriba

    Tu dormías
      Engastada en mis manos fulguraba
      Como oscura presea, tu cabeza;
      Yo la ideaba estuches, y preciaba
      Luz a luz, sombra a sombra su belleza.

      En tus ojos tal vez se concentraba
      La vida, como un filtro de tristeza
      En dos vasos profundos... Yo soñaba
      Que era una flor del mármol tu cabeza;

      Cuando en tu frente nacarada a luna,
      Como un monstruo en la paz de una laguna
      Surgió un enorme ensueño taciturno.

      ¡Ah!, tu cabeza me asustó. Fluía
      De ella una ignota vida. Parecía
      No sé qué mundo anónimo y nocturno.
    Arriba

    Una viñeta
      Tarde sucia de invierno. El caserío,
      Como si fuera un croquis al crayón,
      Se hunde en la noche. El humo de un bohío,
      Que sube en forma de tirabuzón;

      Mancha el paisaje que produce frío,
      Y debajo de la genuflexión
      De la arboleda, somormuja el río
      Su canción, su somnífera canción.

      Los labradores, camellón abajo,
      Retornan fatigosos del trabajo,
      Como un problema sin definición.

      Y el dueño del terruño, indiferente,
      Rápidamente, muy rápidamente,
      Baja en su coche por el camellón.
    Arriba