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Información biográfica
- Información biográfica
- A una gota de rocío
- ¡Cómo, Señor, no he de tenerte miedo!
- El amor de los amores
- Gloria del sentimiento
- La poetisa de un pueblo
- La rosa blanca
- Libertad
- Nada resta de ti
- ¡Oh, cuál te adoro!
Información biográfica
- Nombre: Carolina Coronado Romero de Tejada
Lugar y fecha nacimiento: Almendralejo, España, 20 de diciembre de 1820
Lugar y fecha defunción: Lisboa, Portugal, 15 de enero de 1911 (90 años)
Nacionalidad: Española
Ocupación: Salonnière, escritora, novelista, poeta
Movimiento: Romanticismo
Fuente: [Carolina Coronado] en Wikipedia.org
- A una gota de rocío
- Lágrima viva de la fresca aurora,
- A quien la mustia flor la vida debe,
Y el prado ansioso entre el follaje embebe;
Gota que el sol con sus reflejos dora;
Que en la tez de las flores seductora
Mecida por el céfiro más leve,
Mezclas de grana tu color de nieve
Y de nieve su grana encantadora:
Ven a mezclarte con mi triste lloro,
Y a consumirte en mi mejilla ardiente;
Que acaso correrán más dulcemente
Las lágrimas amargas que devoro...
Mas, ¡qué fuera una gota de rocío
Perdida entre el raudal del llanto mío!
¡Cómo, Señor, no he de tenerte miedo!
- Yo te olvidaba ya; ni una alabanza
A la gloriosa bóveda te envía
La cantora sin fe; sin confianza
Enmudece, Señor, el alma mía;
Horas de ingratitud donde no alcanza
El reflejo inmortal de tu poesía,
Duermo, cuando mi sueño indiferente
Viene a romper tu cólera imponente.
"De tus seres de amor, vaga doncella,
¿Cuál de ellos quieres que a mi voz sucumba?
¿Qué faz querida borrará mi huella?
¿Qué ser amado lanzará a la tumba?
¿Tu padre morirá? ¿Tu madre bella?"
Dices, y el eco de tu voz retumba
Dentro de mí, Señor: "Todo lo puedo."
Todo lo puedes, sí; ¡Tú eres el miedo!
Cubre la sombra de la muerte el mundo
Cuando tu ceño muestras indignado,
Y yo he visto a mi padre moribundo
Con la sombra mortal de ese nublado:
Señor, al verte contra mí iracundo
Entonces tu poder he recordado;
Entonces fue el clamor, el rezo, el lloro:
Entonces fue el saber cuánto te adoro.
Tú juegas con las vidas desdichadas,
Tú al borde del abismo las suspendes,
Y al vernos a tu cólera aterrados,
De súplicas y lágrimas te ofendes;
Tú no quieres plegarias arrancadas
Al espanto, Señor, tú nos comprendes;
Sabes que el labio tu alabanza niega,
Y si ruega, Señor, por miedo ruega.
Tú no cediste a mi medroso ruego,
Tú perdonaste la oscilante vida,
Porque en tu libro de radiante fuego
La indeleble sentencia está esculpida;
Pero salvaste de su infiel sosiego
A la memoria ingrata que te olvida...
¡Frágil memoria que tu nombre pierde
Y el miedo haya de ser quien lo recuerde!
Ni tu sol, ni tu luna, ni tus flores,
Ni me inspiró tu lluvia del estío,
Ni penetrar lograron tus favores
En este corazón cerrado y frío:
Insensata dejé que otros cantores
Elevaran a ti su acento pío
Como el insecto inútil que dormita
Mientras que el ruiseñor canta y se agita.
No te cantaba cuando en calma el cielo
Ornado de celaje transparente
Brillaba puro: en tanto que su vuelo
Sereno detenía el claro ambiente
No te cantó mi espíritu de hielo:
Mas rugió la tormenta de repente,
Con tu rayo amagaste al ser amado
Y de miedo, Señor, te he recordado.
¡Míseras oraciones y cantares
Que a impulso del temor rompen conmigo!
No más que en las desdichas y pesares
Te llamo grande y te apellido amigo:
Sólo cuando te ruego que me ampares
Dulces palabras con amor te digo;
Sólo cuando vivir sin ti no puedo,
"Señor, exclamo, ven, que tengo miedo."
¿Pero me escuchas tú? ¿Pero respondes?
¿No me desdeñas porque indigna clamo?
¿Tu cariñosa gracia no me escondes
Porque te olvido en paz y en guerra te amo?
¡Ay! No el cruel remordimiento ahondes;
No rechaces mi voz cuando te llamo;
Si tanto puedes tú, yo nada puedo;
No es pecado, Señor, que tenga miedo.
Tú vives entre bóvedas de lumbre
De los soles que giran al ruido,
Y yo sin que su fuego me deslumbre
No puedo ver al sol medio escondido;
Tú de siglos y siglos pesadumbre
Eterna llevas, –yo nada he vivido–
Tú me puedes hundir –yo nada puedo–
¿Cómo, Señor, no he de tenerte miedo?
Tiembla del hombre el corazón valiente,
Tiembla el pueblo que audaz te desafía,
La fanática raza del Oriente
Y la raza sin fe del Mediodía;
¡Muy temible serás cuando el viviente
De tan lejana edad, Señor, temía
Y en tanto siglos de gentil denuedo
No ha podido vencer, Señor, su miedo!
Tú eres el miedo que despide llamas,
Tú eres el miedo que el diluvio riegas,
Y tiene miedo el mundo a quien inflamas,
Y tiene miedo el mundo a quien anegas;
Si tu poder conoces y nos amas,
Cuando los rayos del furor despliegas
Y acobardada ante tus iras quedo,
No te enojes, Señor, si tengo miedo.
Puedes quitarnos los amados seres,
Nuestra alegría convertir en llanto,
Mudar en desventura los placeres,
Y trocar en gemidos nuestro canto:
Señor, tan grande y poderoso eres,
Es tan inmenso tu gobierno santo
Que a tu amenaza amedrentada cedo
Y te digo ¡Señor, tú eres el miedo!
El amor de los amores
- I
¿Cómo te llamaré para que entiendas
Que me dirijo a ti? ¡Dulce amor mío!
Cuando lleguen al mundo las ofrendas
Que desde oculta soledad te envío?...
A ti, sin nombre para mí en la tierra
¿Cómo te llamaré con aquel nombre,
Tan claro, que no pueda ningún hombre
Confundirlo, al cruzar por esta sierra?
¿Cómo sabrás que enamorada vivo
Siempre de ti, que me lamento sola
Del Gévora que pasa fugitivo
Mirando relucir ola tras ola?
Aquí estoy aguardando en una peña
A que venga el que adora el alma mía;
¿Por qué no ha de venir, si es tan risueña
La gruta que formé por si venía?
¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales
Todos en flor, y acacias olorosas,
Y cayendo en el agua blancas rosas,
Y entre la espuma lirios virginales?
Y, ¿por qué de mi vista has de esconderte;
Por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
Y tengo que decirte que te amo!
¿Quién nos ha de mirar por estas vegas
Como vengas al pie de las encinas,
Si no hay más que palomas campesinas
Que están también con sus amores ciegas?
Pero si quieres esperar la luna,
Escondida estaré entre la zarza-rosa,
Y si vienes con planta cautelosa
No nos podrá sentir paloma alguna.
Y no temas si alguna se despierta,
Que si te logro ver, de gozo muero,
Y aunque después lo cante al mundo entero,
¿Qué han de decir los vivos de una muerta?
II
Como lirio del sol descolorido
Ya de tanto llorar tengo el semblante,
Y cuando venga mi gallardo amante,
Se pondrá al contemplarlo entristecido.
Siempre en pos de mi amor voy por la tierra
Y creyendo encontrarle en las alturas,
Con el naciente sol trepo a la sierra;
Con la noche desciendo a las llanuras,
Y hallo al hambriento lobo en mi camino
Y al toro que me mira, que me espera;
En vano grita el pobre campesino
"No cruces por la noche la ribera."
En la sierra de rocas erizada,
Del valle entre los árboles y flores,
En la ribera sola y apartada
He esperado el amor de mis amores.
A cada instante lavo mis mejillas
Del claro manantial en la corriente,
Y le vuelvo a esperar más impaciente
Cruzando con afán las dos orillas.
A la gruta te llaman mis amores;
Mira que ya se va la primavera
Y se marchitan las lozanas flores
Que traje para ti de la ribera.
Si estás entre las zarzas escondido
Y por verme llorar no me respondes,
Ya sabes que he llorado y he gemido,
Y yo no sé, mi amor, por qué te escondes.
Tú pensarás, tal vez, desdeñosa
Por no enlazar mi mano con tu mano
Huiré, si te me acercas, por el llano
Y a los pastores llamaré medrosa.
Pero te engañas, porque yo te quiero
Con delirio tan ciego y tan ardiente,
Que un beso te iba a dar sobre la frente
Cuando me dieras el adiós postrero.
III
Dejaba apenas la inocente cuna
Cuando una hermosa noche en la pradera
Los juegos suspendí por ver la luna
Y en sus rayos te vi, la vez primera.
Otra tarde después, cruzando el monte,
Vi venir la tormenta de repente,
Y por segunda vez, más vivamente
Alumbró tu mirada el horizonte.
Quise luego embarcarme por el río,
Y hallé que el son del agua que gemía
Como la luz, mi corazón hería
Y dejaba temblando el pecho mío.
Me acordé de la luna y la centella
Y entonces conocí que eran iguales
Lo que sentí escuchando a los raudales,
Lo que sentí mirando a la luz bella.
Vago, sin forma, sin color, sin nombre,
Espíritu de luz y agua formado,
Tú de mi corazón eras amado
Sin recordar en tu figura al hombre.
Ángel eres, tal vez, a quien no veo
Ni lograré, jamás, ver en la tierra,
Pero sin verte en tu existencia creo,
Y en adorarte mi placer se encierra.
Por eso entre los vientos bramadores
Salgo a cantar por el desierto valle,
Pues aunque en el desierto no te halle,
Ya sé que escuchas mi canción de amores
Y, ¿quién sabe si al fin tu luz errante
Desciende con el rayo de la luna,
Y tan sola otra vez, tan sola una,
Volveré a contemplar tu faz amante?
Mas, si no te he de ver, la selva dejo,
Abandono por siempre estos lugares,
Y peregrina voy hasta los mares.
A ver si te retratas en su espejo.
IV
He venido a escuchar los amadores
Por ver si entre sus ecos logro oírte,
Porque te quiero hablar para decirte
Que eres siempre el amor de mis amores.
Tú ya sabes, mi bien, que yo te adoro
Desde que tienen vida mis entrañas,
Y vertiendo por ti mares de lloro
Me cansé de esperarte en las montañas.
La gruta que formé para el estío
La arrebató la ráfaga de octubre...
¿Qué he de hacer allí sola al pie del río
Que todo el valle con sus aguas cubre?
Y ¡oh Dios!, quién sabe si de ti me alejo
Conforme el valle solitario huyo,
Si no suena jamás un eco tuyo
Ni brilla de tus ojos un reflejo.
Por la tierra ¡ay de mí! desconocida,
Como el Gévora, acaso, arrebatada
Dejo mi bosque y a la mar airada
A impulso de este amor corro atrevida.
Mas si te encuentro a orilla de los mares
Cesaron para siempre mis temores
Porque puedo decirte en mis cantares
Que tú eres el amor de mis amores.
V
Aquí tu barca está sobre la arena:
Desierta miro la extensión marina:
Te llamo sin censar con tu bocina
Y no pareces a calmar mi pena.
Aquí estoy en la barca triste y sola
Aguardando a mi amado noche y día;
Llega a mis pies la espuma de la ola,
Y huye otra vez, cual la esperanza mía.
¡Blanca y ligera espuma transparente,
Ilusión, esperanza, desvarío,
Como hielas mis pies con tu rocío,
El desencanto hiela nuestra mente!
Tampoco es el mar donde él mora,
Ni en la tierra ni el mar mi amor existe
¡Ay!, dime si en la tierra te escondiste
O si dentro del mar estás ahora.
Porque es mucho dolor que siempre ignores
Que yo te quiero ver, que yo te llamo
Sólo para decirte que te amo,
¡Que eres siempre el amor de mis amores!
VI
Pero te llamo yo, ¡dulce amor mío!
Como si fueras tú mortal viviente,
Cuando sólo eres luz, eres ambiente,
Eres aroma, eres vapor del río.
Eres la sombra de la nube errante,
Eres el son del árbol que se mueve,
Y aunque a adorarte el corazón se atreve,
Tú solo en la ilusión eres mi amante.
Hoy me engañas también como otras veces;
Tú eres la imagen que el delirio crea,
Fantasma del vapor que me rodea
Que con el fuego de mi aliento creces.
Mi amor, el tierno amor por el que lloro
Eres tan solo tú, ¡señor Dios mío!
Si te busco y te llamo, es desvarío
De lo mucho que sufro y que te adoro.
Yo nunca te veré, porque no tienes
Ser humano, ni forma, ni presencia:
Yo siempre te amaré, porque en esencia
A el alma mía como amante vienes.
Nunca en tu frente sellará mi boca
El beso que al ambiente le regalo;
Siempre el suspiro que a tu amor exhalo
Vendrá a quebrarse en la insensible roca.
Pero cansada de penar la vida,
Cuando se apague el fuego del sentido,
Por el amor tan puro que he tenido
Tú me darás la gloria prometida.
Y entonces al ceñir la eterna palma,
Que ciñen tus esposas en el cielo,
El beso celestial, que darte anhelo,
Llena de gloria te dará mi alma.
Gloria del sentimiento
- ¡Qué hermoso es Dios, qué hermosa su cabeza!
¡Qué gallardo su andar, su voz qué suave!
Rasgos los cielos son de su belleza,
Pasos los siglos de su marcha grave;
La voz de la inmortal naturaleza
De sus conciertos la sonora clave,
Su acento arroba, su mirar abrasa,
Tiembla el mundo a sus huellas cuando pasa.
Yo me enamoro dél: pobre doncella
A la ardiente pasión esclavizada,
La sangre a mi cerebro se atropella
A su paso, a su canto, a su mirada;
Medito y me consumo con la estrella,
Por el trueno me siento subyugada,
Y al ver al tiempo transcurrir ligero
Sufro, lo lloro, clamo, desespero.
Seres tranquilos vi sobre la tierra
Que esta ansiedad febril nunca padecen,
Ni están con los espíritus en guerra,
Ni en éxtasis de amor se desvanecen:
Cuatro páginas ¡ay!, su libro encierra;
Nacen, medran, se nutren, envejecen,
Y como nada amaron ni sintieron
Nunca se mueren porque no vivieron.
Repose en paz el corazón helado
Yo quiero ver lucir tu sol ardiente,
Vagar tras de tu voz por el collado,
Beber tu aspiración en el ambiente:
¡Quiero mirar tu ceño en el nublado,
Tu sonrisa en la luna transparente,
En las corrientes aguas tu armonía
Y tus halagos en el alma mía!...
Ese es el solo bien del sentimiento,
La sola dicha de la triste alma,
La sola gloria del mayor talento,
Del martirio mayor la sola palma;
Llevar por adorarte el sufrimiento,
Por comprenderte renunciar la calma,
De la pasión en el delirio ciego
Ser desgraciada por sentir su fuego.
Sé que al cantarte en mi ilusión suspensa
La trova que mi boca te improvisa,
De los pueblos tendrá por recompensa
Desdeñosa y sarcástica sonrisa:
Su atmósfera pesada, oscura y densa
No dejará volar tan dulce brisa,
Pero en el valle puro en que la exhalo
Sirve a las soledades de regalo.
La poetisa de un pueblo
- ¡Ya viene, mírala! ¿Quién?
-Esa que saca las coplas
-Jesús, qué mujer tan rara.
-Tiene ojos de loca.
Diga V., don Marcelino
¿Será verdad que ella sola
Hace versos sin maestro_
-¡Qué locura!, no señora;
Anoche nos convencimos
De que es mentira, en la boda;
Si tiene esa habilidad
¿Por qué no le hizo a la novia,
Siendo tan amiga suya,
Décimas o alguna cosa?
-Una décima, es preciso
Dije- el novio está empeñado:
"Ustedes se han engañado
Me respondió, no improviso!.
-Siendo la amiga su novia
Vamos, ¿no ha de hacerla usté?- "Pero por Dios, si no sé,
¿No basta que yo lo diga?"
La volvimos a rogar,
Se levantó hecha una pólvora
Y en fin, de que vio el empeño
Se fue huyendo de la boda.
Esos versos los compone
Otra cualquiera persona
Y ella luego, por lucirse,
Sin duda se los apropia.
-Porque sigan que es romántica.
-¡Qué mujer tan mentirosa!
-Dicen que siempre está echando
Relaciones ella sola.
-Se enseñará a comedianta.
-Ya se ha sentado, ¡la mona!
Más valía que aprendiera
A barrer que a decir coplas.
-Vamos a echarla de aquí.
-¿Cómo?- Riéndonos todas.
-Diñe a Paula que se ría.
-Y tú a Isabel, y tú a Antonia.
Ja ja ja ja ja ja ja.
Más fuerte, que no lo nota
Ja ja ja ja ja ja ja.
Ya mira, ya se incomoda,
Ya se levanta y se va...
¡Vaya con Dios la gran loca!
La rosa blanca
- ¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
Cándida rosa, iguala a tu hermosura,
La suavísima tez y la frescura
Que brotan de tu faz resplandeciente?
La sonrosada luz de alba naciente
No muestra al desplegarse más dulzura,
Ni el ala de los cisnes la blancura
Que el peregrino cerco de tu frente.
Así, gloria del huerto, en el pomposo
Ramo descuellas desde verde asiento;
Cuando llevado sobre el manso viento
A tu argentino cáliz oloroso
Roba su aroma insecto licencioso,
Y el puro esmalte empaña con su aliento.
Libertad
- Risueños están los mozos,
Gozosos están los viejos
Porque dicen, compañeras,
Que hay libertad para el pueblo.
Todo es la turba cantares,
Los campanarios estruendo,
Los balcones luminarias,
Y las plazuelas festejos.
Gran novedad en las leyes,
Que, os juro que no comprendo,
Ocurre cuando a los hombres
En tal regocijo vemos.
Muchos bienes se preparan,
Dicen los doctos al reino,
Si en ello los hombres ganan
Yo, por los hombres, me alegro;
Mas, por nosotras, las hembras,
Ni lo aplaudo, ni lo siento,
Pues aunque leyes se muden
Para nosotras no hay fueros.
¡Libertad! ¿Qué nos importa?
¿Qué ganamos, qué tendremos?
¿Un encierro por tribuna
Y una aguja por derecho?
¡Libertad! ¿De qué nos vale?
Si son los tiranos nuestros
No el yugo de los monarcas,
El yugo de nuestro sexo.
¡Libertad! ¿Pues no es sarcasmo
El que nos hacen sangriento
Con repetir ese grito
Delante de nuestros hierros?
¡Libertad! ¡Ay! Para el llanto
Tuvímosla en todos tiempos;
Con los déspotas lloramos,
Con tributos lloraremos;
Que, humanos y generosos
Estos hombres, como aquellos,
A sancionar nuestras penas
En todo siglo están prestos.
Los mozos están ufanos,
Gozosos están los viejos,
Igualdad hay en la patria,
Libertad hay en el reino.
Pero, os digo, compañeras,
Que la ley es sola de ellos,
Que las hembras no se cuentan
Ni hay Nación para este sexo.
Por eso aunque los escucho
Ni me aplaudo ni lo siento;
Si pierden ¡Dios se lo pague!
Y si ganan ¡buen provecho!
Nada resta de ti
- Nada resta de ti... te hundió el abismo.
Te tragaron los monstruos de los mares.
No quedan en los fúnebres lugares
Ni los huesos siquiera de ti mismo.
Fácil de comprender, amante Alberto,
Es que perdieras en el mar la vida,
Mas no comprende el alma dolorida
Cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.
¡Darnos la vida a mí y a ti la muerte,
Darnos a ti la paz y a mí la guerra,
Dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra
Es la maldad más grande de la suerte!
¡Oh, cuál te adoro!
- ¡Oh, cuál te adoro! Con la luz del día
Tu nombre invoco apasionada y triste,
Y cuando el cielo en sombras se reviste
Aún te llama exaltada el alma mía.
Tú eres el tiempo que mis horas guía,
Tú eres la idea que a mi mente asiste,
Porque en ti se concentra cuanto existe,
Mi pasión, mi esperanza, mi poesía.
No hay canto que igualar pueda a tu acento
Cuando tu amor me cuentas y deliras
Revelando la fe de tu contento;
Tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
Y quisiera exhalar mi último aliento
Abrasada en el aire que respiras.