.
Información biográfica
- Información biográfica
- Después de la victoria
- Duerme
- En la noche callada
- La tumba de Belisario
- La tumba del soldado
- Las hadas
- Río Moro
- Soñé
- Ten piedad de mí
- Ve, pensamiento
Información biográfica
- Nombre: Jorge Ricardo Isaacs Ferrer
Lugar y fecha nacimiento: Cali, República de la Nueva Granada, 1 de abril de 1837
Lugar y fecha defunción: Ibagué, Colombia, 17 de abril de 1895 (58 años)
Nacionalidad: Colombiana
Ocupación: Periodista, escritor, poeta
Movimiento: Romanticismo
Fuente: [Jorge Isaacs] en Wikipedia.org
-
Después de la victoria
- I
Con albas ropas, lívida, impalpable,
En alta noche se acercó a mi lecho:
Estremecido, la esperé en los brazos;
Inmóvil, sorda, me miró en silencio.
Hirióme su mirada negra y fría...
Sentí en la frente como helado aliento;
Y las manos de mármol en mis sienes,
A los míos juntó sus labios yertos.
II
La hoguera del vivac agonizante:
Olor de sangre... Fatigados duermen:
Infla las lonas de la tienda el viento:
De centinelas, voces a los lejos...
¡Largo vivir!... ¡La gloria!... ¿Quién laureles
Y caricias tendrá para mí en premio?
¿Gloria sin ti?... ¡Dichosos los que yacen
En la llanura ensangrentada muertos!
Duerme
- -No duermas, suplicante me decía escúchame... despierta-.
Cuando haciendo cojín de su regazo,
Soñándome besarla, me dormía.
Más tarde, ¡horror! En convulsivo abrazo
La oprimí al corazón... rígida y yerta!
En vano la besé –no sonreía;
En vano la llamaba –no me oía;
¡La llamo en su sepulcro y no despierta!
En la noche callada
- ¡Ay, cuántas veces en las lentas horas
De la noche callada, antes que el sueño
Venga a cerrar mis párpados, recorre
Mi memoria tenaz los bellos días
De lloros y de risas infantiles
A que siguieron tan hermosos años!
Sus palabras de amor entonces oigo,
Sus votos de constancia... no cumplidos,
Y vuelvo a ver la luz de esa mirada
Que hundióse en el Ocaso de la vida
Para ya no lucir... ¡ay, para siempre!
¡Ay! Cuántas veces los amigos caros
Al corazón desde la infancia unidos,
Que ya no existen... mi memoria evoca,
Y hallo en torno de mí sólo sus tumbas,
A do bajaron, como al soplo frío
Del invierno, las hojas macilentas...
Imagínome entonces que recorro
Un salón de banquete ya desierto,
Do algunas luces oscilando mueren...
Donde se ven aquí y allá dispersas
Las guirnaldas marchitas... Lo han dejado
Todos, excepto yo; y así en la vida
¡Ay, cuántas veces me contemplo solo!
La tumba de Belisario
- ¡Y dejamos su tumba para siempre
En el jaral de la marina selva,
Sola con los mugidos de los vientos
Y el fragor de la mar en la ribera!
Aquel postrer adiós que no responden
Los mudos labios ni las manos yertas,
Ahogó mis sollozos... y la fosa
Lentamente colmó la extraña tierra.
Después, envueltos en nocturnas sombras,
Infló el terral las temblorosas velas,
Y al fulgor de los pálidos relámpagos
Hicimos rumbo hacia la mar inmensa.
¡Cómo responden al gemir del alma
Ecos y gritos de las olas negras
Que al viento arrojan sus penachos níveos
Y en las rompientes iracundas truenan!
¡Cuán distantes las cumbres de los montes
En los albores de la luna llena!
¡Qué lejano el desierto pavoroso
Donde su tumba solitaria queda!
¡Compañero leal, valiente amigo!
¿Qué dar en galardón y recompensa
De tu heroico y terrible sacrificio
A los seres amados que te esperan?
Ahora ostentará plácida noche.
En las verdes llanuras del Combeima
La veste salpicada de vampiros,
Su nimbo azul de fúlgidas estrellas.
Las brisas jugarán en los follajes
Que tu cabaña en el otero cercan...
Allí del hijo amado hablan gozosos...
Son sus pasos... Es él, que salvo llega...
Y duermes ya en la tumba que te dimos
En el jaral de la marina selva,
Sólo con los mugidos de los vientos
Y el retumbo del mar en la ribera.
La tumba del soldado
- El vencedor ejército la cumbre
Salvó de la montaña,
Y en el ya solitario campamento
Que de vívida luz la tarde baña,
Del negro terranova,
Compañero jovial del regimiento
Resuenan los aullidos
Por los ecos del valle repetidos.
Llora sobre la tumba del soldado,
Y bajo aquella cruz de tosco leño
Lame el césped aún ensangrentado
Y aguarda el fin de tan profundo sueño.
Meses después, los buitres de la sierra
Rondaban todavía
El valle, campo de batalla un día.
Las cruces de las tumbas ya por tierra...
Ni un recuerdo ni un nombre...
Oh no: sobre la tumba del soldado,
Del negro terranova
Cesaron los aullidos,
Mas del noble animal allí han quedado
Los huesos sobre el césped esparcidos.
Las hadas
- Soñé vagar por bosques de palmeras
Cuyos blondos plumajes, al hundir
Su disco el Sol en las lejanas sierras,
Cruzaban resplandores de rubí.
Del terso lago se tiñó de rosa
La superficie límpida y azul,
Y a sus orillas garzas y palomas
Posábanse en los sauces y bambús.
Muda la tarde ante la noche muda
Las gasas de su manto recogió;
Del indo mar dormido en las espumas
La luna hallóla y a sus pies el sol.
Ven conmigo a vagar bajo las selvas
Donde las Hadas templan mi laúd;
Ellas me han dicho que conmigo sueñas,
Que me harán inmortal si me amas tú.
Río Moro
- Tu incesante rumor vine escuchando
Desde la cumbre de lejana sierra;
Los ecos de los montes repetían
Tu trueno en sus recónditas cavernas.
Juzgué por ellos tu raudal, fingíme
Tras vaporoso velo tu belleza,
Y ya sobre tu espuma suspendido,
Gozo en ahogar mi voz en tu bramido.
¡Qué mísera ficción! Quizá en mis sueños
He recorrido tus hermosas playas,
En esas horas en que el cuerpo muere
Y adora a Dios en su creación el alma;
Que sólo dejan en la mente débil
Pálidas tintas y memorias vagas
Pero te encuentro grande y majestuoso,
Rey ponderado del desierto hermoso.
Bajo el techo de musgos y de pancas,
Abrigo del viajero solitario,
El rudo y fatigoso movimiento
De tus ondas veloces contemplando,
Del fondo de las selvas me traían
Las auras tus perfumes ignorados,
Mezcla del azahar y del canelo,
Gratos aromas de mi patrio suelo.
Entonces una lágrima rebelde
Humedeció mi pálida mejilla,
Dulce como esas que a los ojos piden
Caros recuerdos de felices días
Elocuente, si hay lágrimas que encierren
La historia dolorosa de una vida;
Aquí llevóla indiferente el río,
Murió como las gotas de rocío.
Eres hermoso en tu furor: del monte
Lanzado en tu carrera tortuosa,
Vas sacudiendo la melena cana
Que los peñascos de granito azota;
Y detenido, de coraje tiemblas,
Columpiando al pasar la selva añosa.
Las nieblas del abismo son tu aliento
Que en leyes copos despedaza el viento.
¿De dó vienes así desconocido
Con tu lujo y misterios? ¿Gente indiana
Hacia el Oriente tus orillas puebla
En verdes bosques y llanuras vastas,
Cuyo límite azul borran las nubes
Que en el confín del horizonte vagan?
Dime, ¿esas tribus que do naces moran,
Viven felices o miseria lloran?
Pienso que a orillas del raudal velado
Por grupos de jazmines y palmeras,
Púdica virgen de esmeraldas ciñe
Su negra y abundante cabellera;
Y acaso el homicidio sangre humana
A los cristales de tus linfas mezcla,
Y al odio y al amor indiferente
Confunde sus despojos tu corriente.
Vi al pescador de los lejanos valles
Tus peñas escalando silencioso,
La guarida buscando de la nutria
Y el pez luciente con escamas de oro
Contóme hazañas de su vida errante
Sentado de mi hoguera sobre el tronco;
Le vi dormir el sueño de la cuna,
Y envidié su inocencia y su fortuna.
La fúnebre viragua repetía
Sus trinos que saludan al invierno,
Y luces de topacio y de diamante
Te daba del relámpago el reflejo;
En las cavernas tu rumor ahogando
Tristes gemidos modulaba el viento
Así admiré tu pompa y hermosura
Entre las sombras de la noche oscura.
Viajero de regiones ignoradas,
¡Ay! Ni una sola de tus ondas crespas
A encontrar volveré, ni de mis pasos
En tus orillas durará la huella.
Más celosa que el tiempo que convierte
Ricas ciudades en llanuras yermas,
Guarda Natura su secreto al hombre
Y do escribirle osó, borra su nombre.
Como burbujas en tu manto llevas,
Irán los soles sobre ti pasando,
Y te hallarán los de futuros siglos
Como hoy- undoso, trasparente y raudo.
No existirá ni la ceniza entonces
De mí, que rey de la creación me llamo,
Y si guarda mi nombre el mármol frío,
Lo hollará con desdén el hombre impío.
Más felices las flores de tu orilla,
Nacen, al aire su perfume exhalan,
Marchitas ya, se mecen en la espuma,
Y mil, más bellas, sus capullos rasgan
Más felices tus ondas, al Océano
Van a gemir en extranjeras playas;
Y yo con mi ambición pobre y proscrito,
De mi raza... infeliz purgo el delito.
Soñé
- He soñado feliz que a tu morada
Llévome en alta noche amor vehemente;
Creí aspirar el delicioso ambiente
De moribunda lámpara velada.
Sobre muelles cojines reclinada,
Dormir fingías voluptuosamente,
Los cabellos de ébano reluciente
Sobre el níveo ropaje destrenzaba.
Trémulo de emoción, tus labios rojos
Oprimí con mis labios abrasados...
Pudorosa y amante sonreíste;
No bajes, por piedad, los dulces ojos,
Brillen por el placer iluminadas
Haciendo alegre mi existencia triste.
Ten piedad de mí
- ¡Señor! Si en sus miradas encendiste
Este fuego inmortal que me devora
Y en su boca fragante y seductora
Sonrisas de tus ángeles pusiste;
Si de tez de azucena la vestiste
Y negros bucles; si su voz canora,
De los sueños de mi alma arrulladora,
Ni a las palomas de tu selva diste,
Perdona el gran dolor de mi agonía
Y déjame también buscar olvido
En las tinieblas de la tumba fría.
Olvidarla en la tierra no he podido.
¿Cómo esperar podré si ya no es mía?
¿Cómo vivir, Señor, si la he perdido?
Ve, pensamiento
- Como las brisas
De aroma llenas
De aquellas tardes
Siempre tan bellas,
Que ora doliente
Mi alma recuerda,
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela
Por los collados
Y las florestas
Donde pasara
Mi edad primera.
En las montañas
Hay azucenas,
¡Ay! ¡Que no nacen
Ya para ella!
Como a las cumbres
Volubles nieblas
Las matutinas
Auras elevan,
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela
Por do en cascadas
El Zabaletas
Baja formando
Húmedas vegas.
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela
Por los jardines
Do amante espíela;
Do en las auroras,
De rosas frescas
Llenar su falda
La vi risueña...
¡Edén perdido!
¡Santa inocencia!
¡Ángel de un día
Sobre la tierra!
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela,
Como los vientos
Que el césped riegan
Con azahares
Y rosas muertas...
¡Que ya no adornan
Sus negras trenzas!
Mi hogar ruinoso
Cárabos pueblan:
Por las techumbres
Rotas, penetra
Luz de la luna,
Luz macilenta...
Como los cierzos
En noches negras
Sobre esos muros
Gimen y vuelan,
Despedazando
Su airón de hiedras,
Ve, pensamiento,
Ve libre y vuela
Sobre el sepulcro
Do la maleza
Cubre la losa
Ya cenicienta
Que sollozantes
Mis labios besan.
Llama en su tumba,
Llama en la puerta
Que en mi camino
La muerte cierra;
Mas si a tus ruegos
Sorda la encuentras...
Dolor que matas,
¡Bendito seas!