.
Información biográfica
Arriba
- Información biográfica
- A mi buitre
- Al amor de la lumbre
- Blas, el bobo
- Castilla
- Cuando duerme una madre junto al niño
- De vuelta a casa
- Dime qué dices, mar
- Dolor común
- Dormirse en el olvido del recuerdo
- El armador aquel
- El cuerpo canta
- El mar de encinas
- En horas de insomnio
- En un cementerio de lugar castellano
- Es una antorcha
- Hasta que se me fue no he descubierto
- Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan
- Horas serenas del ocaso breve
- Incidente doméstico
- La Luna y la rosa
- La mar ciñe a la noche su regazo
- La oración del ateo
- La sangre de mi espíritu
- Luciérnaga celeste
- Madre, llévame a la cama
- Me destierro a la memoria
- Morir soñando
- Muerte
- Noche de luna llena
- Nuestro secreto
- Ofelia de Dinamarca
- Oh, Señor, tú que sufres del mundo (Salmo III)
- Por qué esos lirios que los hielos matan
- Qué es tu vida, alma mía
- Si tú y yo, Teresa mía, nunca
- Sombra de humo
- Te da en la frente el sol de la mañana
- Vendrá de noche
- Veré por ti
- Y qué es eso
Información biográfica
- Nombre: Miguel de Unamuno y Jugo
Lugar y fecha nacimiento: Bilbao, Vizcaya, España, 29 de septiembre de 1864
Lugar y fecha defunción: Salamanca, España, 31 de diciembre de 1936 (72 años)
Ocupación: Filósofo, diputado, rector de la Universidad de Salamanca, escritor, novelista, ensayista, dramaturgo; miembro de la Real Academia Española
Movimiento: Generación del 98
San Manuel Bueno Mártir (1930) es una obra muy corta e interesante sobre un sacerdote que predica, dando esperanza a quienes considera que la necesitan, a pesar de que él mismo no cree.
Fuente: [Miguel de Unamuno] en Wikipedia.org
Fuente: [Miguel de Unamuno] en Wikipedia.org
Arriba
- A mi buitre
- Este buitre voraz de ceño torvo
Que me devora las entrañas fiero
Y es mi único constante compañero
Labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
Apurar de mi negra sangre, quiero
Que me dejéis con él solo y señero
Un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
Mientras él mi último despojo traga,
Sorprender en sus ojos la sombría
Mirada al ver la suerte que le amaga
Sin esta presa en que satisfacía
El hambre atroz que nunca se le apaga.
Al amor de la lumbre
- Dulcissime vanus Homems.
Al amor de la lumbre cuya llama
Como una cresta de la mar ondea.
Se oye fuera la lluvia que gotea
Sobre los chopos. Previsora el ama
Supo ordenar se me temple la cama
Con sahumerio. En tanto la Odisea
Montes y valles de mi pecho orea
De sus ficciones con la rica trama
Preparándome el sueño. Del castaño
Que más de cien generaciones de hoja
Criara y vio morir, cabe el escaño
Abrasándose el tronco con su roja
Brasa me reconforta. ¡Dulce engaño
La ballesta de mi inquietud afloja!
Blas, el bobo
- Blas, el bobo de la aldea,
Vive en no quebrado arrobo;
La aldea es de Blas el bobo,
Pues toda a Blas le recrea.
Blas, que se crió desde niño
Sin padres, con madre moza,
En una perdida choza,
Libre de carnal cariño;
Blas, tradición la más pura,
Sabe todo el calendario,
Reza a la tarde el rosario
Y le ayuda a misa al cura.
Gracias a Blas el bendito
No descarga Dios su vara
Sobre la aldea, la ampara
Blas, botón del infinito.
Castilla
- Tú me levantas, tierra de Castilla,
En la rugosa palma de tu mano,
Al cielo que te enciende y te refresca,
Al cielo, tu amo,
Tierra nervuda, enjuta, despejada,
Madre de corazones y de brazos,
Toma el presente en ti viejos colores
Del noble antaño.
Con la pradera cóncava del cielo
Lindan en torno tus desnudos campos,
Tiene en ti cuna el sol, y en ti sepulcro,
Y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
Y en ti me siento al cielo levantado,
Aire de cumbre es el que se respira
Aquí, en tus páramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
A ese tu aire soltaré mis cantos,
Si te son dignos bajarán al mundo
Desde lo alto!
Cuando duerme una madre junto al niño
- Cuando duerme una madre junto al niño
Duerme el niño dos veces;
Cuando duermo soñando en tu cariño
Mi eterno ensueño meces.
Tu eterna imagen llevo de conducho
Para el viaje postrero;
Desde que en ti nací, una voz escucho
Que afirma lo que espero.
Quien así quiso y así fue querido
Nació para la vida;
Sólo pierde la vida su sentido
Cuando el amor se olvida.
Yo sé que me recuerdas en la tierra
Pues que yo te recuerdo,
Y cuando vuelva a la que tu alma encierra
Si te pierdo, me pierdo.
Hasta que me venciste, mi batalla
Fue buscar la verdad;
Tú eres la única prueba que no falla
De mi inmortalidad.
De vuelta a casa
- Desde mi cielo a despedirme llegas
Fino orvallo que lentamente bañas
Los robledos que visten las montañas
De mi tierra, y los maíces de sus vegas.
Compadeciendo mi secura, riegas
Montes y valles, los de mis entrañas,
Y con tu bruma el horizonte empañas
De mi sino, y así en la fe me anegas.
Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
Verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
Donde fieles me aguardan los abrazos
De costumbre, que el hombre no disfruta
De libertad si no es preso en los lazos
De amor, compañero de la ruta.
Dime qué dices, mar
- ¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!
Pero no me lo digas; tus cantares
Son, con el coro de tus varios mares,
Una voz sola que cantando gime.
Ese mero gemido nos redime
De la letra fatal, y sus pesares,
Bajo el oleaje de nuestros azares,
El secreto secreto nos oprime.
La sinrazón de nuestra suerte abona,
Calla la culpa y danos el castigo;
La vida al que nació no le perdona;
De esta enorme injusticia sé testigo,
Que así mi canto con tu canto entona,
Y no me digas lo que no te digo.
Dolor común
- Cállate, corazón, son tus pesares
De los que no deben decirse, deja
Se pudran en tu seno; si te aqueja
Un dolor de ti solo no acíbares
A los demás la paz de sus hogares
Con importuno grito. Esa tu queja,
Siendo egoísta como es, refleja
Tu vanidad no más. Nunca separes
Tu dolor del común dolor humano,
Busca el íntimo aquel en que radica
La hermandad que te liga con tu hermano,
El que agranda la mente y no la achica;
Solitario y carnal es siempre vano;
Sólo el dolor común nos santifica.
Dormirse en el olvido del recuerdo
- ¡Dormirse en el olvido del recuerdo,
En el recuerdo del olvido,
Y que en el claustro maternal me pierdo
Y que en él desnazco perdido!
¡Tú, mi bendito porvenir pasado,
Mañana eterno en el ayer;
Tú, todo lo que fue ya eternizado,
Mi madre, mi hija, mi mujer!
El armador aquel
- El armador aquel de casas rústicas
Habló desde la barca:
Ellos, sobre la grava de la orilla,
Él flotando en las aguas.
Y la brisa del lago recogía
De su boca parábolas
Ojos que ven, oídos que oyen, gozan
De bienaventuranza.
Recién nacían por el aire claro
Las semillas aladas,
El Sol las revestía con sus rayos,
La brisa las cunaba.
Hasta que al fin cayeron en un libro,
¡Ay, tragedia del alma!:
Ellos tumbados en la grava seca,
Y él flotando en el agua.
El cuerpo canta
- El cuerpo canta;
La sangre aúlla;
La tierra charla;
La mar murmura;
El cielo calla
Y el hombre escucha.
El mar de encinas
- En este mar de encinas castellano
Los siglos resbalaron con sosiego
Lejos de las tormentas de la historia,
Lejos del sueño
Que a otras tierras la vida sacudiera;
Sobre este mar de encinas tiende el cielo
Su paz engendradora de reposo,
Su paz sin tedio.
Sobre este mar que guarda en sus entrañas
De toda tradición el manadero
Esperan una voz de hondo conjuro
Largos silencios.
Cuando desuella estío la llanura
Cuando la pela el riguroso invierno,
Brinda al azul el piélago de encinas
Su verde viejo.
Como los días, van sus recias hojas
Rodando una tras otra al pudridero,
Y siempre verde el mar, de lo divino
Nos es espejo.
Su perenne verdura es de la infancia
De nuestra tierra, vieja ya, recuerdo,
De aquella edad en que esperando al hombre
Se henchía el seno
De regalados frutos. Es su calma
Manantial de esperanza eterna eterno.
Cuando aún no nació el hombre él verdecía
Mirando al cielo,
Y le acompaña su verdura grave
Tal vez hasta dejarle en el lindero
En que roto ya el viejo, nazca al día
Un hombre nuevo.
Es su verdura flor de las entrañas
De esta rocosa tierra, toda hueso,
Es flor de piedra su verdor perenne
Pardo y austero.
Es, todo corazón, la noble encina
Floración secular del noble suelo
Que, todo corazón de firme roca,
Brotó del fuego
De las entrañas de la madre tierra.
Lustrales aguas le han lavado el pecho
Que hacia el desnudo cielo alza desnudo
Su verde vello.
Y no palpita, aguarda en un respiro
De la bóveda toda el fuerte beso,
A que el cielo y la tierra se confundan
En lazo eterno.
Aguarda el día del supremo abrazo
Con un respiro poderoso y quieto
Mientras, pasando, mensajeras nubes
Templan su anhelo.
En este mar de encinas castellano
Vestido de su pardo verde viejo
Que no deja, del pueblo a que cobija
Místico espejo.
En horas de insomnio
- Me voy de aquí, no quiero más oírme;
De mi voz toda voz suéname a eco,
Ya falta así de confesor, si peco
Se me escapa el poder arrepentirme.
No hallo fuera de mí en que me afirme
Nada de humano y me resulto hueco;
Si esta cárcel por otra al fin no trueco
En mi vacío acabaré de hundirme.
Oh triste soledad, la del engaño
De creerse en humana compañía
Moviéndose entre espejos, ermitaño.
He ido muriendo hasta llegar al día
En que espejo de espejos, soy me extraño
A mí mismo y descubro no vivía.
En un cementerio de lugar castellano
- Corral de muertos, entre pobres tapias,
Hechas también de barro,
Pobre corral donde la hoz no siega,
Sólo una cruz, en el desierto campo
Señala tu destino.
Junto a esas tapias buscan el amparo
Del hostigo del cierzo las ovejas
Al pasar trashumantes en rebaño,
Y en ellas rompen de la vana historia,
Como las olas, los rumores vanos.
Como un islote en junio,
Te ciñe el mar dorado
De las espigas que a la brisa ondean,
Y canta sobre ti la alondra el canto
De la cosecha.
Cuando baja en la lluvia el cielo al campo
Baja también sobre la santa hierba
Donde la hoz no corta,
De tu rincón, ¡pobre corral de muertos!,
Y sienten en sus huesos el reclamo
Del riego de la vida.
Salvan tus cercas de mampuesto y barro
Las aladas semillas,
O te las llevan con piedad los pájaros,
Y crecen escondidas amapolas,
Clavelinas, magarzas, brezos, cardos,
Entre arrumbadas cruces,
No más que de las aves libres pasto.
Cavan tan solo en tu maleza brava,
Corral sagrado,
Para de un alma que sufrió en el mundo
Sembrar el grano;
Luego sobre esa siembra
¡Barbecho largo!
Cerca de ti el camino de los vivos,
No como tú, con tapias, no cercado,
Por donde van y vienen,
Ya riendo o llorando,
¡Rompiendo con sus risas o sus lloros
El silencio inmortal de tu cercado!
Después que lento el sol tomó ya tierra,
Y sube al cielo el páramo
A la hora del recuerdo,
Al toque de oraciones y descanso,
La tosca cruz de piedra
De tus tapias de barro
Queda, como un guardián que nunca duerme,
De la campiña el sueño vigilando.
No hay cruz sobre la iglesia de los vivos,
En torno de la cual duerme el poblado;
La cruz, cual perro fiel, ampara el sueño
De los muertos al cielo acorralados.
¡Y desde el cielo de la noche, Cristo,
El Pastor Soberano,
Con infinitos ojos centelleantes,
Recuenta las ovejas del rebaño!
¡Pobre corral de muertos entre tapias
Hechas del mismo barro,
Sólo una cruz distingue tu destino
En la desierta soledad del campo!
Es una antorcha
- Es una antorcha al aire esta palmera,
Verde llama que busca al sol desnudo
Para beberle sangre; en cada nudo
De su tronco cuajó una primavera.
Sin bretes ni eslabones, altanera
Y erguida, pisa el yermo seco y rudo;
Para la miel del cielo es un embudo
La copa de sus venas, sin madera.
No se retuerce ni se quiebra al suelo;
No hay sombra en su follaje; es luz cuajada
Que en ofrenda de amor se alarga al cielo;
La sangre de un volcán que enamorada
Del padre Sol se revistió de anhelo
Y se ofrece, columna, a su morada.
Hasta que se me fue no he descubierto
- Hasta que se me fue no he descubierto
Todo lo que la quise;
Yo creía quererla; no sabía
Lo que es de amor morirse.
Era como algo mío entonces, era
Costumbre... que se dice...;
Pero hoy soy suyo yo, soy de la muerte
A quien nadie resiste.
Al irse nació en mí... ¡no!, que en torturas
En ella nací al írseme;
Lo que creí yo sueño era la vela;
He nacido al morirme.
Por fin ya sé quién soy... no lo sabía...
¿Lo sé? ¿Quién sabe en este mundo triste?
¿Hay quién sepa lo que es saber y entienda
Lo que la nada dice?
Mi madre nació en mí en aquel día
Que se me fue Teresa... madre, dime
De dónde vine, a dónde voy perdido,
Por qué al amor me diste...
Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan
- Hay ojos que miran, -hay ojos que sueñan,
Hay ojos que llaman, -hay ojos que esperan,
Hay ojos que ríen -risa placentera,
Hay ojos que lloran -con llanto de pena,
Unos hacia adentro -otros hacia fuera.
Son como las flores -que cría la tierra.
Mas tus ojos verdes, -mi eterna Teresa,
Los que están haciendo -tu mano de hierba,
Me miran, me sueñan, -me llaman, me esperan,
Me ríen rientes -risa placentera,
Me lloran llorosos -con llanto de pena,
Desde tierra adentro, -desde tierra afuera.
En tus ojos nazco, -tus ojos me crean,
Vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera,
En tus ojos muero, -mi casa y vereda,
Tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.
Horas serenas del ocaso breve
- Horas serenas del ocaso breve,
Cuando la mar se abraza con el cielo
Y se despierta el inmortal anhelo
Que al fundirse la lumbre, la lumbre bebe.
Copos perdidos de encendida nieve,
Las estrellas se posan en el suelo
De la noche celeste, y su consuelo
Nos dan piadosas con su brillo leve.
Como en concha sutil perla perdida,
Lágrima de las olas gemebundas,
Entre el cielo y la mar sobrecogida
El alma cuaja luces moribundas
Y recoge en el lecho de su vida
El poso de sus penas más profundas.
Incidente doméstico
- Traza la niña toscos garrapatos,
De escritura remedo,
Me los presenta y dice
Con un mohín de inteligente gesto:
"¿Qué dice aquí, papá?"
Miro unas líneas que parecen versos.
"¿Aquí?" "Sí, aquí; lo he escrito yo; ¿qué dice?
Porque yo no sé leerlo..."
"¡Aquí no dice nada!", le contesté al momento.
"¿Nada?", y se queda un rato pensativa
"O así me lo parece, por lo menos,
Pues, ¿está en los demás o está en nosotros
Eso a que damos en llamar talento?"
Luego, reflexionando, me decía:
"¿Hice bien revelándole el secreto?"
-No el suyo ni el de aquellas toscas líneas,
El mío, por supuesto-.
¿Sé yo si alguna musa misteriosa,
Un subterráneo genio,
Un espíritu errante que a la espera
Para encarnar está de humano cuerpo,
No le dictó esas líneas
De enigmáticos versos?
¿Sé yo si son la gráfica envoltura
De un idioma de siglos venideros?
¿Sé yo si dicen algo?
¿He vivido yo acaso de ellas dentro?
No dicen más los árboles, las nubes,
Los pájaros, los ríos, los luceros...
¡No dicen más y nos lo dicen todo!
¿Quién sabe de secretos?
La Luna y la rosa
- En el silencio estrellado
La Luna daba a la rosa
Y el aroma de la noche
Le henchía -sedienta boca-
El paladar del espíritu,
Que adurmiendo su congoja
Se abría al cielo nocturno
De Dios y su Madre toda...
Toda cabellos tranquilos,
La Luna, tranquila y sola,
Acariciaba a la Tierra
Con sus cabellos de rosa
Silvestre, blanca, escondida...
La Tierra, desde sus rocas,
Exhalaba sus entrañas
Fundidas de amor, su aroma...
Entre las zarzas, su nido,
Era otra luna la rosa,
Toda cabellos cuajados
En la cuna, su corola;
Las cabelleras mejidas
De la Luna y de la rosa
Y en el crisol de la noche
Fundidas en una sola...
En el silencio estrellado
La Luna daba a la rosa
Mientras la rosa se daba
A la Luna, quieta y sola.
La mar ciñe a la noche su regazo
- La mar ciñe a la noche en su regazo
Y la noche a la mar; la luna, ausente;
Se besan en los ojos y en la frente;
Los besos dejan misterioso trazo.
Derrítense después en un abrazo,
Tiritan las estrellas con ardiente
Pasión de mero amor, y el alma siente
Que noche y mar se enredan en su lazo.
Y se baña en la oscura lejanía
De su germen eterno, de su origen,
Cuando con ella Dios amanecía,
Y aunque los necios sabios leyes fijen,
Ve la piedad del alma la anarquía
Y que leyes no son las que nos rigen.
Luciérnaga celeste
- Luciérnaga celeste, humilde estrella
De navegante guía: la Boquilla
De la Bocina que a hurtadillas brilla,
Violeta de luz, pobre centella
Del hogar del espacio; ínfima huella
Del paso del Señor; gran maravilla
Que broche del vencejo en la gavilla
De mies de soles, sólo ella los sella.
Era al girar del universo quicio
Basado en nuestra tierra; fiel contraste
Del Hombre Dios y de su sacrificio.
Copérnico, Copérnico, robaste
A la fe humana su más alto oficio
Y diste así con su esperanza al traste.
Madre, llévame a la cama
- Madre, llévame a la cama.
Madre, llévame a la cama,
Que no me tengo de pie.
Ven, hijo, Dios te bendiga
Y no te dejes caer.
No te vayas de mi lado,
Cántame el cantar aquel.
Me lo cantaba mi madre;
De mocita lo olvidé,
Cuando te apreté a mis pechos
Contigo lo recordé.
¿Qué dice el cantar, mi madre,
Qué dice el cantar aquel?
No dice, hijo mío, reza,
Reza palabras de miel;
Reza palabras de ensueño
Que nada dicen sin él.
¿Estás aquí, madre mía?
Porque no te logro ver....
Estoy aquí, con tu sueño;
Duerme, hijo mío, con fe.
Me destierro a la memoria
- Me destierro a la memoria,
Voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
En el yermo de la historia,
Que es enfermedad la vida
Y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
Donde la muerte me olvida.
Y os llevo conmigo, hermanos,
Para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
Retemblaré en vuestras manos.
Aquí os dejo mi alma-libro,
Hombre-mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero.
Morir soñando
- Au fait, se disait-il a lui-même, il parait que
Mon destin est de mourir en rêvant.
Stendhal, Le Rouge et le Noir, LXX, "La tranquillité"
Morir soñando, sí, mas si se sueña
Morir, la muerte es sueño; una ventana
Hacia el vacío; no soñar; nirvana;
Del tiempo al fin la eternidad se adueña.
Vivir el día de hoy bajo la enseña
Del ayer deshaciéndose en mañana;
Vivir encadenado a la desgana
¿Es acaso vivir?, ¿y esto qué enseña?
¿Soñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿A qué poner en ello tanto empeño?:
¿Aprender lo que al punto al fin se olvida
Escudriñando el implacable ceño
-Cielo desierto- del eterno Dueño?
Soy yo, lector, que en ti vibro.
Muerte
- Eres sueño de un dios; cuando despierte
¿Al seno tornarás de que surgiste?
Serás al cabo lo que un día fuiste?
¿Parto de desnacer será tu muerte?
El sueño yace en la vigilia inerte?
Por dicha aquí el misterio nos asiste;
Para remedio de la vida triste,
Secreto inquebrantable es nuestra suerte.
Deja en la niebla hundido tu futuro
Ve tranquilo a dar tu último paso,
Que cuanto menos luz, vas más seguro.
¿Aurora de otro mundo es nuestro ocaso?
Sueña, alma mía, en tu sendero oscuro:
"¡Morir... dormir... dormir... soñar acaso!"
Noche de luna llena
- Noche blanca en que el agua cristalina
Duerme queda en su lecho de laguna
Sobre la cual redonda llena luna
Que ejército de estrellas encamina
Vela, y se espeja una redonda encina
En el espejo sin rizada alguna;
Noche blanca en que el agua hace de cuna
De la más alta y más honda doctrina.
Es un rasgón del cielo que abrazado
Tiene en sus brazos la Naturaleza;
Es un rasgón del cielo que ha posado
Y en el silencio de la noche reza
La oración del amante resignado
Sólo al amor, que es su única riqueza.
Nuestro secreto
- No me preguntes más, es mi secreto,
Secreto para mí terrible y santo;
Ante él me velo con un negro manto
De luto de piedad; no rompo el seto
Que cierra su recinto, me someto
De mi vida al misterio, el desencanto
Huyendo del saber y a Dios levanto
Con mis ojos mi pecho siempre inquieto.
Hay del alma en el fondo oscura sima
Y en ella hay un fatídico recodo
Que es nefando franquear; allá en la cima
Brilla el sol que hace polvo al sucio lodo;
Alza los ojos y tu pecho anima;
Conócete, mortal, mas no del todo.
Ofelia de Dinamarca
- Rosa de nube de carne
Ofelia de Dinamarca,
Tu mirada, sueñe o duerma,
Es de esfinge la mirada.
En el azul del abismo
De tus niñas, todo o nada,
¡Ser o no ser!, ¿es espuma
O poso de vida tu alma?
No te vayas monja, espérame
Cantando viejas baladas,
Suéñame mientras te sueño,
Brízame la hora que falta.
Y si los sueños se esfuman
-El resto es silencio-, almohada
Hazme de tus muslos, virgen
Ofelia de Dinamarca.
Oh, Señor, tú que sufres del mundo (Salmo III)
- ¡Oh, Señor, tú que sufres del mundo
Sujeto a tu obra,
Es tu mal nuestro mal más profundo
Y nuestra zozobra!
Necesitas uncirte al infinito
Si quieres hablarme,
Y si quieres te llegue mi grito
Te es fuerza escucharme.
Es tu amor el que tanto te obliga
Bajarte hasta el hombre,
Y a tu Esencia mi boca le diga
Cuál sea tu nombre.
Te es forzoso rasgarte el abismo
Si mío ser quieres,
Y si quieres vivir en ti mismo
Ya mío no eres.
Al crearnos para tu servicio
Buscas libertad,
Sacudirte del recio suplicio
De la eternidad.
Si he de ser, como quieres, figura
Y flor de tu gloria,
Hazte, ¡oh Tú, Creador, criatura,
Rendido a la historia!
Libre ya de tu cerco divino
Por nosotros estás,
Sin nosotros sería tu sino
- O siempre o jamás.
Por gustar, ¡oh Impasible!, la pena
Quisiste penar,
Te faltaba el dolor que enajena
Para más gozar.
Y probaste el sufrir y sufriste
Vil muerte en la cruz,
Y al espejo del hombre te viste
Bajo nueva luz.
Y al sentirte anhelar bajo el yugo
Del eterno Amor,
Nos da al Padre y nos mata al verdugo
El común Dolor.
Si has de ser, ¡oh, mi Dios!, un Dios vivo
Y no idea pura,
En tu obra te rinde cautivo
De tu criatura.
Al crear, Creador, quedas preso
De tu creación,
Mas así te libertas del peso
De tu corazón.
Son tu pan los humanos anhelos,
Es tu agua la fe;
Yo te mando, Señor, a los cielos
Con mi amor, mi sed.
Es la sed insaciable y ardiente
De sólo verdad;
Dame, ¡oh Dios!, a beber en la fuente
De tu eternidad.
Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
Misterioso hogar,
Dormiré allí, pues vengo deshecho
Del duro bregar.
Por qué esos lirios que los hielos matan
- ¿Por qué esos lirios que los hielos matan?
¿Por qué esas rosas a que agosta el sol?
¿Por qué esos pajarillos que sin vuelo
Se mueren en plumón?
¿Por qué derrocha el cielo tantas vidas
Que no son de otras nuevas eslabón?
¿Por qué fue dique de tu sangre pura
Tu pobre corazón?
¿Por qué no se mezclaron nuestras sangres
Del amor en la santa comunión?
¿Por qué tú y yo, Teresa de mi alma
No dimos granazón?
¿Por qué, Teresa, y para qué nacimos?
¿Por qué y para qué fuimos los dos?
¿Por qué y para qué es todo nada?
¿Por qué nos hizo Dios?
La oración del ateo
- Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
Y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
Sin consuelo de engaño. No resistes
A nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
Más recuerdo las plácidas consejas
Con que mi ama endulzome noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
Que no eres sino Idea; es muy angosta
La realidad por mucho que se expande
Para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
Existiría yo también de veras.
La sangre de mi espíritu
- La sangre de mi espíritu es mi lengua,
Y mi patria es allí donde resuene
Soberano su verbo, que no amengua
Su voz por mucho que ambos mundos llene.
Ya Séneca la preludió aún no nacida
Y en su austero latín ella se encierra;
Alfonso a Europa dio con ella vida.
Colón con ella redobló la Tierra.
Y esta mi lengua flota como el arca
De cien pueblos contrarios y distantes,
Que las flores en ella hallaron brote,
De Juárez y Rizal, pues ella abarca
Legión de razas, lengua en que a Cervantes
Dios le dio el Evangelio del Quijote.
Qué es tu vida, alma mía
- ¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿cuál tu pago?,
¡Lluvia en el lago!
¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿tu costumbre?,
¡Viento en la cumbre!
¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?,
¡Sombra en la cueva!,
¡Lluvia en el lago!,
¡Viento en la cumbre!,
¡Sombra en la cueva!
Lágrimas es la lluvia desde el cielo,
Y es el viento sollozo sin partida,
Pesar, la sombra sin ningún consuelo,
Y lluvia y viento y sombra hacen la vida.
Si tú y yo, Teresa mía, nunca
- Si tú y yo, Teresa mía, nunca
Nos hubiéramos visto,
Nos hubiéramos muerto sin saberlo:
No habríamos vivido.
Tú sabes que morirse, vida mía,
Pero tienes sentido
De que vives en mí, y viva aguardas
Que a ti torne yo vivo.
Por el amor supimos de la muerte;
Por el amor supimos
Que se muere; sabemos que se vive
Cuando llega el morirnos.
Vivir es solamente, vida mía,
Saber que se ha vivido,
Es morirse a sabiendas dando gracias
A Dios de haber nacido.
Sombra de humo
- ¡Sombra de humo cruza el prado!
¡Y que se va tan deprisa!
¡No da tiempo a la pesquisa
De retener lo pasado!
Terrible sombra de mito
Que de mí propio me arranca,
¿Es acaso una palanca
Para hundirse en lo infinito?
Espejo que me deshace
Mientras en él me estoy viendo,
El hombre empieza muriendo
Desde el momento en que nace.
El haz del alma te ahuma
Del humo al irse a la sombra,
Con su secreto te asombra
Y con su asombro te abruma.
Te da en la frente el sol de la mañana
- Te da en la frente el sol de la mañana
Recién nacido, pálida doncella,
Misteriosa visión, fugaz estrella,
Que te derrites en la luz. Hermana
De la que nace cuando la campana
Tocando a la oración doliente sella
La fatiga de un día más, la mella
Que sume el alma en la mortal desgana.
El alba y el ocaso cruzan manos,
Y así, a la silla de la reina, al día
Y a la noche, rendidos soberanos,
Los llevan a enterrar. Triste sería
Que al despertar de nuestros sueños varios
Luz y sombra lucharan a porfía.
Vendrá de noche
- Vendrá de noche cuando todo duerma,
Vendrá de noche cuando el alma enferma
Se emboce en vida,
Vendrá de noche con su paso quedo,
Vendrá de noche y posará su dedo
Sobre la herida.
Vendrá de noche y su fugaz vislumbre
Volverá lumbre la fatal quejumbre;
Vendrá de noche
Con su rosario, soltará las perlas
Negro sol que da ceguera verlas,
¡Todo un derroche!
Vendrá de noche, noche nuestra madre,
Cuando a lo lejos el recuerdo ladre
Perdido agujero;
Vendrá de noche; apagará su paso
Mortal ladrido y dejará al ocaso
Largo agujero...
¿Vendrá una noche recogida y vasta?
¿Vendrá una noche maternal y casta
De luna llena?
Vendrá viniendo con venir eterno;
Vendrá una noche del postrer invierno...
Noche serena...
Vendrá como se fue, como se ha ido
-Suena a lo lejos el fatal ladrido-,
Vendrá a la cita;
Será de noche mas que sea aurora,
Vendrá a su hora, cuando el aire llora,
Llora y medita...
Vendrá de noche, en una noche clara,
Noche de luna que al dolor ampara,
Noche desnuda,
Vendrá... venir es porvenir... pasado
Que pasa y queda y que se queda al lado
Y nunca muda...
Vendrá de noche, cuando el tiempo aguarda,
Cuando la tarde en las tinieblas tarda
Y espera al día,
Vendrá de noche, en una noche pura,
Cuando del sol la sangre se depura,
Del mediodía.
Noche ha de hacerse en cuanto venga y llegue,
Y el corazón rendido se le entregue,
Noche serena,
De noche ha de venir... ¿él, ella o ello?
De noche ha de sellar su negro sello,
Noche sin pena.
Vendrá la noche, la que da la vida,
Y en que la noche al fin el alma olvida,
Traerá la cura;
Vendrá la noche que lo cubre todo
Y espeja al cielo en el luciente lodo
Que lo depura.
Vendrá de noche, sí, vendrá de noche,
Su negro sello servirá de broche
Que cierra el alma;
Vendrá de noche sin hacer ruido,
Se apagará a lo lejos el ladrido,
Vendrá la calma...
Vendrá la noche....
Veré por ti
- "Me desconozco", dices; mas mira, ten por cierto
Que a conocerse empieza el hombre cuando clama
"Me desconozco", y llora;
Entonces a sus ojos el corazón abierto
Descubre de su vida la verdadera trama;
Entonces es su aurora.
No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
Y el fondo le ilumina;
Tus íntimos sentires florecen en mi boca,
Tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
Mira por mí y camina.
"Estoy ciega", me dices; apóyate en mi brazo
Y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
Perdida en lo futuro;
Veré por ti, confía; tu vista es este lazo
Que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
De un caminar seguro.
¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
Si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
Con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
Te llevaré a la cumbre.
Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
Se pierde en lontananza
Y en ella de esta vida los míseros despojos,
Y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
Lo que es hoy esperanza.
Y qué es eso
- Y, ¿qué es eso del Infierno?
Me dirás.
Es el revés de lo eterno,
Nada más.
Que yacer en el olvido
Del Señor
Es el infierno temido
Del Amor.