Marcelino Menéndez Pelayo

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    Información biográfica

  1. A la memoria del malogrado poeta dramático Don Luis Eguílaz
  2. En el abanico de la mujer de Pereda
  3. Epigrama de Luciano

  4. Traducción de poemas de Giacomo Leopardi [1]
  5. Traducción de poemas de Manuel María Barbosa de Bocage [2]
  6. Traducción de poemas de Vincenzo Monti [1]


Información biográfica
    Nombre: Marcelino Menéndez Pelayo
    Lugar y fecha nacimiento: Santander, España, 3 de noviembre de 1856
    Lugar y fecha defunción: Santander, España, 19 de mayo de 1912 (55 años)
    Ocupación: Filólogo, filósofo, historiador, traductor, crítico literario, político, escritor, poeta; miembro de la Real Academia Española, miembro de la Real Academia de la Historia, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

    Fuente: [Marcelino Menéndez Pelayo] en Wikipedia.org
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    A la memoria del malogrado poeta dramático Don Luis Eguílaz
      Vuelve a mis manos, olvidada lira,
      Ministra un tiempo de guerrero canto;
      Hoy de dolor el corazón suspira
      Y se agolpa a los párpados el llanto.

      ¿Qué es el hombre en la tierra? Polvo y cieno,
      Un punto breve en la extensión inmensa,
      Gota perdida en el profundo seno
      Del mar azul, entre la niebla densa.

      Las armas, los trofeos, los blasones,
      La gloria y el poder y la hermosura,
      Del monarca triunfante los pendones;
      Todo cede a tu imperio, muerte dura.

      Tronos, cetros, alcázares reales,
      Soberbias torres hasta el cielo erguidas,
      Cayeron en sus urnas sepulcrales,
      Como caen las encinas sacudidas.

      Milicia es nuestra vida en este suelo,
      Sombra fugaz que pasa arrebatada;
      Volved los ojos al sereno cielo;
      La vida es sueño, vanidad y nada.

      Más ligera que el vuelo de las aves,
      Y más veloz que el Euro proceloso,
      Sube la muerte a las ferradas naves,
      Sigue al jinete en vuelo presuroso.

      El varón justo y de mancilla exento,
      Que de Dios al decreto se somete,
      Parte, al sonar el último momento,
      Cual sale el convidado de un banquete.

      ¿Quién ataja a la muerte en su camino
      Cuando llega a sonar la hora postrera?
      Si es más inexorable que el destino
      ¿Quién podrá detenerla en su carrera?

      Sólo la gloria del artista dura
      Que la palma triunfal ha merecido,
      Siendo a despecho de la envidia oscura,
      En fama claro y libre ya de olvido.

      Que si de Ilión las torres abrasaba
      En su furor el ofendido griego,
      Monumento más alto levantaba
      De Aquiles al cantor, de Esmirna al ciego.

      Eternizó de Sófocles la gloria
      Pintar a Edipo en su dolor infando;
      Ciñó Eurípides lauro de victoria
      El triste afán de Andrómaca llorando.

      ¡Salve llama del genio soberano,
      Que iluminas la mente del poeta;
      Que prestas voz y aliento sobrehumano
      Al que llega a tocar la ansiada meta!

      El mismo fuego iluminó la frente
      Del varón cuya pérdida lloramos,
      Por quien hoy llenos de entusiasmo ardiente
      Flores sobre una tumba derramamos.

      ¡Venid, hijos del canto y la armonía,
      Que amáis el arte y anheláis la gloria;
      Venid a tributar en este día
      Lágrimas y dolor a su memoria!

      Si es el teatro de virtud modelo,
      Venid a dar un nuevo testimonio,
      Venid a honrar con lastimero duelo
      Al autor de La cruz del matrimonio.

      ¿No veis cuál corre el abrasado lloro,
      Cómo resuena el lúgubre lamento?
      Responda vuestro cántico sonoro,
      Cual arpa eolia herida por el viento.

      Tomad la triste y fúnebre corona
      Con que a su hermano coronó Catulo;
      La cítara del vate de Sulmona
      Cuando lloró la muerte de Tibulo;

      Y bañados en llanto nuestros ojos
      Sobre el sepulcro esparciremos flores,
      Y en la losa que cubre sus despojos
      Grabaremos sus ínclitos loores:

      "Pintó mujer más fuerte y virtuosa
      Que Andrómaca, que Antígona y Alceste;
      Su sagrada ceniza aquí reposa;
      Voló su alma a la mansión celeste."
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    En el abanico de la mujer de Pereda
      Por el perfume de azahar difuso,
      El naranjo escondido se revela;
      El pebetero con olor profuso,
      Denuncia los tesoros que en sí cela;
      El alma donde Dios su huella impuso
      A otra alma rige y en sus obras vela;
      Si en sus obras hay luz, paz y hermosura,
      Es porque emanan de otra luz más pura.
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    Epigrama de Luciano
      Cierto médico afamado
      Envió su hijo a un maestro,
      En la gramática diestro,
      En retórica ilustrado.

      Aprendió el muchacho luego
      El principio de la Ilíada:
      "Canta, Musa celebrada,
      De Aquiles el vivo fuego,

      Que mil dolores causara
      A los guerreros argivos,
      Y muchas almas de vivos
      Al Orco fiero entregara."

      Al ver tan copioso fruto
      El médico de mi cuento
      Juzgó con raro talento
      Que era el retórico un bruto,

      Y llamándole le dijo:
      "Gracias, amigo, por todo,
      Para enseñar de este modo,
      No te mandaba mi hijo.

      Muchas almas cada día
      Entrego yo al Orco fiero,
      Tu ciencia vana no quiero,
      Yo le enseñaré la mía."
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